Es difícil encontrar una situación más extrema para un equipo de fútbol que la vivida por el Celta en las últimas jornadas de Liga en las que vivió un colapso físico y mental que estuvo cerca de arruinar una salvación que a cuatro jornadas para el final de Liga parecía tener en su mano.

Se sabía que la decisión de la Liga de Fútbol Profesional de jugar once jornadas en poco más de un mes iba a tener consecuencias casi determinantes para el destino de muchos equipos. Se sucedieron las lesiones y los conjuntos con menos calidad física como el Celta era evidente que iban a tener que pagar un precio. Todo parecía ir en calma hasta que llegaron las últimas fechas en las que se sucedieron los problemas, llegaron los agobios y el equipo acabó cogido por pinzas jugándose la vida en el campo del Espanyol.

El Celta jugó en Cornellá en unas condiciones demenciales desde el punto de vista físico y que limitaron a un equipo que mentalmente tampoco estaba para ninguna clase de fiesta. En ninguna línea se acusó tanto esa circunstancia como en la defensa donde Oscar García se vio en la "necesidad" de alinear a un puñado de jugadores que en otras condiciones no habrían pisado el campo y seguramente ni tan siquiera se habrían subido al avión como parte de la expedición viguesa. Pero la desesperación obligó a soluciones desesperadas.

Antes de viajar a Cornellá el Celta ya habría perdido a los dos porteros (Rubén Blanco y Sergio Alvarez, lesionados de gravedad), a Juncá y a Araújo que había sufrido una conmoción en el anterior partido del club vigués y no estaba en condiciones de jugar.

De los que jugaron en Cornellá Hugo Mallo lo hizo con una fractura en un dedo del pie, lesión que ha arrastrado durante buena parte del último mes de Liga. Los calmantes y su decisión le han permitido seguir adelante y alinearse el último día. A su lado jugó Aidoo con una pequeña rotura de fibras que en otra situación le hubiese impedido estar entre los convocados. Por último Murillo se enfrentó al Espanyol tras sufrir una elongación que le limitaba en su rendimiento. Y eso sin contar a todos los que acabaron la Liga con la lengua fuera.