Como en todos los avatares de la vida, en fútbol éstos también nos llevan a un callejón donde, al principio, creemos que todo es momentáneo y que pronto encontraremos la salida de ese callejón en que nos hemos metido. Luego comprobamos que la salida del problema no es tan fácil, por lo muy complicada que se ha vuelto, tanto, que nos vemos como perdidos. Esto es lo que les ocurrió a los siete equipos que estuvieron luchando por salir de ese callejón, para no caer en el infierno del mundo del fútbol de Segunda División. El mejor de los cuales era el Villareal, por su fútbol vivo, rápido.

También estaba claro que tanto el Valladolid como el Levante encontrarían la salida de ese callejón, ya que ambos son dos equipos de una identidad muy parecida, a pesar de sufrir los imponderables que surgen en el fútbol. Quedaban cuatro equipos en el callejón de las almas perdidas. Al Huesca, empleando solo sus ganas de salvación, su ceguera en el juego le impidió ver la salida de la salvación, como en aquel minuto final contra el Celta. El Girona, a pesar de verse favorecido en lo mal que concibe su juego, éste lo lllevó a perderse en la oscuridad de ese callejón de las almas perdidas. El Celta le siguió como el más desdibujado en su juego y planteamientos, de lo que dejó constancia en su partido contra el Girona. En ese partido, como siempre, un pequeño milagro fue el que inclinó la balanza a su favor con un gol muy parecido al logrado, con anterioridad, rasgando al césped, por el rival, ante el que reaccionó segundos tarde el guardameta céltico.

A pesar del mal calculado y conformista juego que desarrolla, con el que nada había mejorado Escribá a los dos anteriores entrenadores relevados, lo vendió muy astutamente como una gran mejora de los resultados. Que solo son consecuencia de una cadena de milagros como lo fue el triunfo sobre el Villarreal, que hizo todo lo que quiso y más sobre el terreno de juego. Al igual que la segunda parte contra la Real Sociedad, cuyo desbarajuste de porteros y defensas hizo pensar en algo más, que no está permitido en las reglas del campeonato. Y el gran milagro, como en la película de Darryl F. Zanuck, fue posible en el minuto final contra el Huesca. Otro milagro se produjo contra el Girona, donde el cuadro catalán parecía una excursión de amigos que vienen a jugar un partido de fútbol, para ver si se divertían con el resultado, que era lo que menos le importaba al Celta que con su juego deslavazado, conformista, y nada claro de ideas. Hacía pensar más en la clasificación para jugar en las ligas europeas que en salir del callejón en el que se encontraba.

La permanencia se produjo a la desesperada, como suele ocurrir en estos casos, evitando que todo ese humo, que pretende vender Escribá a cambio de nada, se disipase y se convirtiese en desesperación y tristeza. El equipo ha navegado sin brújula y más de las veces a la deriva, empujado por el viento de las jugadas contra los afilados acantilados, ante los que logró salvarse con un último y gran milagro. El cual, en muchas veces de estos casos, no suele darse.