El caso de Emre Mor es un claro ejemplo de que el talento no basta para triunfar en una competición futbolística de primer nivel. La actitud en el trabajo, el compromiso y profesionalidad con el club que te paga son tan importante (acaso más) como la pericia con la pelota o la condición técnica. Y a Mor el Celta le paga, por cierto, muy bien. Tanto que el turco-danés es el tercer futbolista mejor remunerado del plantel después de Iago Aspas y Hugo Mallo.

Pero el jugador turco, que llegó al Celta desde el pujante Borussia Dortmund con vitola de futura estrella mundial, ha estado muy lejos de justificar un salario que se aproxima al millón de euros netos.

Mor es la antítesis de Maxi Gómez, un futbolista casi de su misma edad, cuyo rendimiento ha sobrepasado con creces cualquier expectativa y que no tardará en convertirse uno de los negocios más rentables de la historia del club, tanto desde el punto deportivo como el económico. Mientras Maxi se revaloriza en cada partido, el atacante turco se deprecia a pasos agigantados.