Marcelo Díaz camina con pesadumbre por la zona mixta del estadio de San Petersburgo. Hace escasos minutos una pérdida de balón suya ha decidido a favor de Alemania la final de la Copa Confederaciones. Díaz se detiene delante de Herman Chananpa, periodista de Direct TV. "Tenemos una tremenda relación, un respeto profesional", aclarará Chananpa sobre la razón que lleva a Díaz a elegir su micrófono.Se conocen desde el Mundial Sub 20 que se disputó en Holanda. Al céltico se le rompe la voz. Se aparta con la mano los lagrimones. "Es difícil analizar la derrota después de un error tan grande como el que cometí, que significó el gol para Alemania. Fue lo único que marcó la diferencia del partido. Mis compañeros han hecho un gran esfuerzo, han jugado noventa minutos increíbles, mereciendo la victoria", lamenta. El reportero intenta aliviarle la pena.

- ¿Por qué te reprochas tanto, por qué te culpas tanto si esto es algo colectivo?

- Lo sé, lo sé, lo sé. Pero lamentablemente me tocó cometer un error. Y lamentablemente tampoco pudimos empatar. Pero creo que está a la vista el reproche. No soy un jugador que acostumbre a fallar. Quizás esta era la peor ocasión para hacerlo. No queda otra que levantarse. Ya lo he hecho muchas veces. Me voy con la cabeza en alto por lo hecho. Pero lamentablemente con un error que significó una copa.

- Pero Marcelo, quien no arriesga no avanza en la vida.

- Así es. Yo por lo menos lo tengo muy claro. Así como hace catorce años, a los que conocen mi historia, me tocó sufrir en lo personal, en lo familiar, hoy me toca sufrir por cuestiones del fútbol. No me queda nada más que levantarme y darle las gracias a todos por el apoyo.

El centrocampista se refiere a una conmoción que después, en un comunicado público a la afición chilena, detalla. "Les contaré una historia: hace casi 14 años me tocó vivir la situación más dolorosa de mi vida familiar con el fallecimiento de mi querido hermano; hoy casi 14 años después me tocó vivir la situación más dolorosa en el fútbol por un error garrafal que nos perjudicó en la obtención de la Copa Confederaciones. Siempre dije que el fútbol no me haría sufrir como aquella vez, pero estaba totalmente equivocado", revela.

Mónica Díaz relata la tragedia en el diario La Tercera. Marcelo nació y creció en Santa Rosa de Chena, una barriada conflictiva de Padre Hurtado, comuna al sur de Santiago. Un chico serio, concentrado, que jugaba de día y estudiaba de noche. Empezó a jugar en Filial Magallanes igual que su hermano Gonzalo, seis años mayor. El 6 de noviembre de 2003, cuando Marcelo ya militaba en las categorías inferiores de Universidad de Chile, Gonzalo se suicidó ahorcándose de un árbol. Tenía 22 años. "Sigue con tu vida, cumple tu sueño en el fútbol y perdóname", le pidió a Marcelo en su carta de despedida.

El fútbol fue efectivamente su refugio, también del desgarro que le produjo poco después la separación de sus padres. Díaz explicó una vez, recordando aquellos tiempos: "El fútbol era lo único que podía volver a hacerme sonreír. Me ayudó a tener las cosas aún más claras, a estructurarme, a entender que todos los otros problemas se pueden solucionar, a comprender lo que quería y lo que estaba dispuesto a pasar para lograrlo".

Hoy Díaz siente que el fútbol también le ha dejado a la intemperie. El día 28 tendrá que regresar a Vigo, donde se plantean su venta. Revertirá su situación o encontrará acomodo. En la selección, Pizzi le muestra su devoción: "El mundo del fútbol reconoce a esta selección a través de Marcelo. Nuestro apoyo es máximo". El jugador promete levantarse. Escribe: "La vida es para los valientes y yo me creo uno de ellos".