No me sorprenden las declaraciones de nuestro alcalde, como las que escuché en la radio recientemente. Lores ha dicho que, si gana las elecciones, va a continuar sembrando de badenes la ciudad, que está atento a las indicaciones de los vecinos y espera que éstos le indiquen donde no los ha puesto aún.

Ante estas declaraciones se me ocurrió el pasado sábado, día de lluvia, ir con mi mujer en coche por las calles de la ciudad contando "lombos"; así, nos recorrimos todo el centro urbano y la urbanización de Monteporreiro.

Nos costó encontrar calles sin lombos: en las calles principales su existencia parece ajustarse al objetivo de limitar la velocidad de los coches e incrementar la seguridad, pero al aplicar el mismo criterio en las calles consideradas "circunvalaciones", se consigue que estas vías, en vez de desahogar, contribuyan a atascar.

La realidad es que la mayor parte de las calles que tienen estos badenes son cortas y estrechas, de un solo carril; donde los vehículos circulan a poco más de diez kilómetros por hora, de forma natural, y donde los atascos son además frecuentes.

Después de unas tres horas y media de badenes, como si de una montaña rusa se tratase, saltamos la friolera cantidad de 272 badenes diferentes.

Llegamos a sentirnos extrañados por lo absurdo de su ubicación, como si se tratase de una obsesión; y nos compadecimos de los conductores de vehículos profesionales, ambulancias y comerciantes que tienen la necesidad de recorrer las calles de la ciudad todos los días; y, como no, también me quedé preocupado por el estado de la suspensión de mi vehículo y mi bolsillo por las posibles reparaciones.