Los niños que buscábamos morera para los gusanos de seda en Tui, aprendimos a correr escapando de los policías municipales y a alguno le sirvió de entrenamiento para hacerlo más tarde delante de los “grises” o para hacerse gris y correr detrás de los manifestantes.

Los “guardias de la porra” de entonces eran casi todos excombatientes del llamado bando nacional (aunque alguno hubiera querido serlo del otro lado). Ese es otro tema. Hoy solo es un recuerdo de cómo los policías locales con sus correspondientes nombres y sobrenombres eran parte de la sociedad, muy nuestros, muy domésticos, nada militarotes y por lo mismo muchos muy queridos.

Después vino gente que cumplió con sus obligaciones sin improntas chulescas o violentas. Como uno se va haciendo muy mayor vivió la jubilación de estos últimos y la llegada de gente más joven. Pienso que estos no deberían perder el sentimiento que da la cercanía y llevar su “hábito” o uniforme con dulzura. Serían respetados y a su jubilación recordados como personas que ayudaban cumpliendo con su deber en nuestro entorno un tanto familiar.

Recuerdo con cariño a Celestino o “Titino-Peseta-Multa”, a Antonio o “el Rubio”, a Ramón o “el Enterrador”, a Beleiro o “el de Angelita”, a Cándido o “el Barquillero”…y también a los recién llegados a la vida civil ya sin uniforme como Cándido o “Galomacho”, Ramírez o “el sobrino de María la costurera”, Julio o “o home de hai que ter cadelos”…

Todas las policías y quizás más las locales deben procurar tener una buena imagen y ser una parte más de la sociedad civil. Los bocinazos, los gestos que pueden parecer chulescos, los gritos y amenazas no deben tener cabida en ningún cuerpo de seguridad y/o servicio.

En una red social una chica escribe algo sucedido en una pequeña ciudad. Lo copio entrecomillado.

“Menuda situación más surrealista acabo de vivir con la policía local de X: cruce con la calle Y, cogen a la derecha sin usar intermitentes, estacionan de golpe y sin avisar en medio de la calzada imposibilitando nuestra salida del cruce hacia la derecha. Viendo que se quedan dentro del coche, dejándonos sin ángulo y visibilidad para poder girar, tocamos el claxon ligeramente para que avanzasen un poco. Resultado: multa por faltarle el respeto a la autoridad. Cuando le explicamos el porqué del claxon, su contestación fue: ‘estoy realizando mi trabajo y aparco donde me da la gana’. Está claro que la Policía Local de X está para sancionar y no para ayudar”.

Nada de lo que transcrito es bonito pero sería muy malo que el último párrafo llegara a convertirse en sensación general.

Cuando lo leí me acordé de un atentado que sufrió el General De Gaulle. Al primer disparo el conductor hizo girar su coche 180 grados en la carretera saliéndose de la misma y escapando entre disparos. La prensa de todo el mundo resaltó que antes de hacer la maniobra puso el intermitente.

La policía local aunque lleve armas y “hábito” con formas guerreras no debe aparentar ser un hombre de Harrison. Es mil veces mejor para todos, sobre todo para él, que parezca y sea un pacífico agente como los de Scotland Yard. A lo mejor, o peor, esto no lo enseñan en las academias…