La subasta generó una enorme expectación, hasta el extremo de que se acreditaron más de 300 personas en el salón de actos del hotel Wellington, en Madrid, para participar en la puja. El acceso estaba vedado a la prensa, y se prohibía tomar imágenes para garantizar el anonimato de los licitadores.

El concurso incluía un número tan elevado de lotes, y en algunos de ellos la riña fue de tal magnitud, que se prolongó mucho más que en otras ocasiones. Así, si en convocatorias anteriores se terminaba en poco más de una hora, el miércoles se hizo en jornadas de mañana y tarde, y se prolongó pasadas las 18.00 horas.

Salieron a la venta desde terrenos de secano ubicados en el páramo leonés, hasta pequeñas viviendas del rural de Huelva o Valencia, pasando por pisos en urbanizaciones de la costa, locales comerciales o naves industriales en Madrid.

Fue, precisamente, una parcela industrial de Coslada, en Madrid, la más disputada, hasta el extremo de que se adjudicó tras media hora de pujas. El precio de salida era de 3,4 millones, y de ahí se iban haciendo puestas de 10.000 en 10.000 euros, para posteriormente ampliar el rango a 20.000, y finalmente, a 50.000. Las puestas se hacían a mano alzada.