Ángeles tiene tatuados en sus brazos los nombres de sus dos hijos. Actualmente solo está a su lado el varón (un joven de 29 años), pues la niña nació de forma prematura y por problemas en los pulmones falleció a los pocos días de nacer. "Mi marido y mi hijo lo son todo para mí. Nunca me dejaron sola y me cuidan mucho", confiesa esta vilagarciana de 48 años.

Al desmantelar la casa en la que ha vivido media vida se emociona. "Ves marchar las cajas y claro, paso el día llorando, parece que se me queda aquí la vida, pero la vida viene conmigo para empezar de nuevo en otro sitio. Y no lloro por mis padres, sino lloro de impotencia. Pero bueno, tengo mucha gente que me anima, gente de la calle que es como de la familia y también familia verdadera que me apoya. De hecho me fui yo sola en avión a Bilbao a ver a una tía mía", relata Ángeles.

Visiblemente emocionada, insiste en que siempre fue una persona alegre y habladora, pero "hace muchísimo tiempo que no me echo esas risas con las que me dolía hasta el estómago".

Reconoce que la orden de desahucio no le ha sorprendido, pues es consciente de que la vivienda es de sus padres, si bien dice que le hubiera gustado resolver la situación de otra manera, "no por las malas", concluye.