Mujer de carácter fuerte pero sensible, y periodista combativa, María Antonia Iglesias, fallecida el martes a los 69 años en su casa de verano de Panxón (Nigrán), pasó por vida y oficio con tanta coherencia como pasión, dejando huella en todo cuanto hizo y, sobre todo, en quienes tuvieron la fortuna de conocerla de verdad. Allí, en su Galicia familiar, la tierra que tanto quiso, moría "sin rencor" en su corazón enfermo una mujer que siempre se reconoció de izquierdas, algo que no entendía tuviera que ocultar, y que nunca creyó en la a veces tan cacareada independencia de los periodistas. "La independencia no existe. Nadie es independiente", dijo siempre a quien la quisiera escuchar. "Los periodistas lo que sí tenemos que intentar es ser profesionales", decía.

María Antonia Iglesias, hija del pianista y crítico musical Antonio Iglesias, trabajó en prensa escrita, en radio y televisión, hizo prácticas en el periódico "Informaciones", escribió en "El País" y participó en la primera tertulia política de la Cadena Ser, "La Trastienda", que dirigía Javier González Ferrari. También trabajó en la agencia "Off the record"y colaboró en revistas como "Triunfo" y "Tiempo". En todos estos medios, de lo que más escribió y habló, porque era otra de sus pasiones, fue de política, la que vivió intensamente en los años finales de la dictadura y de la Transición democrática.

En las fotos de la época, es posible reconocer hoy a una jovencísima María Antonia Iglesias, bolígrafo y libreta en mano, "haciendo pasillos" en el Congreso o asistiendo a la primera rueda de prensa en Madrid del entonces secretario general del PCE, Santiago Carrillo, horas después de la legalización el 9 de abril de 1977.

Fue muy querida por Manuel Fraga, Xabier Arzalluz y Felipe González, tres líderes de muy diferente procedencia ideológica, lo que contradice a quienes sin conocerla la acusaron de sectaria.María Antonia siempre defendió con vehemencia, como era ella, la política y a los políticos, "a los honrados, que son muchos", insistía en puntualizar. Periodista de poco despacho y muy de pisar la calle y las redacciones, entre 1990 y 1996 fue directora de los Servicios Informativos de TVE, casa en la que ingresó, como redactora política, en 1984.Fueron seis años difíciles, para ella y para TVE, en los que las televisiones privadas rompieron el monopolio de la pública, también en informativos, en los que María Antonia Iglesias tuvo que luchar por la audiencia de los telediarios y soportar, con socarronería y a veces con pena e indignación, críticas, a veces justas a veces no, y ataques personales, que sólo en contadísimas ocasiones hicieron mella en una personalidad tan, aparentemente, fuerte. Vehemente siempre, luchadora, de verbo a veces agresivo, María Antonia Iglesias compaginó muchas horas diarias de trabajo con otro oficio del que siempre se sintió orgullosa, el de madre de su hija Eva.

Tras la llegada del PP de José María Aznar al Gobierno, en 1996, y pocas horas después de la de Mónica Ridruejo a la dirección general de RTVE, María Antonia Iglesias, duramente criticada por el hasta entonces partido de la oposición, que la culpó de muchos de sus tropezones electorales anteriores, fue destituida al frente de los Servicios Informativos de TVE.Antes de recoger su despacho de Torrespaña, y en un gesto más de cariño hacia quienes ella consideraba sus amigos, se despidió uno a uno de ellos, sorprendiéndoles con un regalo: un sencillo crucifijo de plata. Y es que María Antonia Iglesias fue una mujer creyente, profundamente creyente, hasta el fin de sus días.

Después de sus años en TVE, colaboró en muchos medios, escribió libros y se hizo tertuliana en varios programas de televisión, donde siempre habló alto y claro.

Especialmente recordadas serán sus intervenciones en "La Noria" de Telecinco. "La gente me para por la calle -le contaría también a Quintero- para decirme lo bien que me explico". Pese a ello, se consideraba partícipe de un "circo perverso" que aprovechaba "para hacer pedagogía democrática".