Ismael Serrano es uno de los más claros representantes de lo que en los noventa se dio en llamar nueva canción de autor. Aquella ola vino a emular ciertos tics de la canción protesta de los sesenta y setenta con más o menos fortuna. Con Rosana y Pedro Guerra, posiblemente Serrano, el cantante de pálpito trémulo y más de un parecido razonable con Joan Manuel Serrat, fue el más famoso. Además ha logrado pervivir en el tiempo y sobreponerse a las modas. Por longevidad, pues, no debemos hablar de hype. De, hecho ya atesora diez discos (si contamos directos y recopilatorios). En Serrano los signos se han mantenido: sensibilidad (o sensiblonería, va en gustos), melodías sencillas y tiernas, clasicismo. ¿Formulismo o herencia y sentimiento? Una vez más, la respuesta va en gustos.

¿Y el concierto de ayer noche? La puesta en escena fue muy apropiada, lo que cabe esperar para un show de música íntima y cercana. Alfombras en el suelo, lámpara de pie y otras luminarias al ras. Pocos instrumentos. Música confortable. El cancionero sobre un atril y al fondo una pantalla de luz. Tan solo acompañado a un teclado. abrió con "Habrá que someter a referéndum", de su último disco. En medio del canto, un saludo discreto, "Buenas noches, familiares y amigos, boas noites". Y esta fue la tónica serena y austera, cercana, de un largo recital que encantó a sus fieles, que respondieron a la cita (en plenas fiestas de la Reconquista, el teatro Novacaixagalicia estaba bastante lleno).

Con un discurso pegado a nuestro convulso tiempo (dedicación a los "Indignados" incluida) y menciones a Sabina o Woody Guthrie, Serrano levantó un cancionero de "amor y esperanza" con alma de cuenta cuentos. Sonaron temas como "Últimamente", "Caperucita", "Te odio", "Vértigo", el arrebato blues de "Donde estarás" e incluso una aplaudida versión de "Chove en Santiago".