Pontevedra llora la pérdida de uno de sus máximos exponentes en el mundo del arte a nivel internacional. El pintor Manuel Rodríguez Moldes, más conocido como Manuel Moldes, fallecía en la madrugada del domingo víctima de una enfermedad que sufría desde hace meses y que obligó a su hospitalización primero en el Hospital Juan Canalejo y, en las últimas horas de su vida, en Montecelo. Moldes, que tenía 68 años y era profesor en la Facultade de Belas Artes, será despedido con un acto civil en el cementerio de San Mauro esta tarde a las 17 horas, tal y como confirmó la familia. Además, a las 19 horas el Concello de Pontevedra organiza un acto civil en el Teatro Principal de entrada libre.

La noticia fue recibida con sorpresa y consternación en la ciudad, donde el artista era muy querido, tanto por su gran vinculación con Pontevedra como por su trabajo, en el que la Boa Vila siempre acababa estando presente de alguna u otra forma.

Familiares, amigos y personalidades del mundo de la cultura y la política mostraron ayer mismo su pesar por una pérdida a todos los niveles para Pontevedra.

Moldes nació siendo un gran artista, como así lo demostró su obra, pero no comenzaría su carrera artística hasta su etapa universitaria, pese a que uno de sus profesores de Bachillerato, Ramón Peña, lo había animado insistentemente con anterioridad. De hecho, el pontevedrés comenzó los estudios de Ingeniería de Caminos en Madrid, que al final abandonaría para dedicarse a la carrera de Arquitectura, que sí terminó en el año 1971.

En la capital española trabajó en el taller de forja de la Escuela de Artes y Oficios y entre los años 1968 y 1970 asistió a los debates de temática artística sobre la abstracción y la nueva generación encabezados por Gordillo y Pérez Villalta.

"En el año 1968 realmente sentí que la pintura era lo que me llenaba como persona. Al principio fue algo traumático porque en casa nadie esperaba que y o me dedicara a esto ni había una tradición relacionada con el mundo del arte", recordaba el pasado mes de agosto en una entrevista a FARO.

Su obra comienza en la década de los 70, en Madrid, participando en la renovación impulsada desde Galicia. Interesado en el expresionismo abstracto americano, su pintura figurativa comienza siguiendo la influencia de Bacon. Posteriormente evoluciona hacia una obra rica en referentes locales que conjugan la tradición gallega y la modernidad. En sus primeras obras las figuras gozan de una definición que posteriormente irán perdiendo, a la vez que los colores pierden brillo. Mientras que la influencia del expresionismo es visible en las pinceladas rápidas y gestuales, la obra de Bacon se manifiesta en una figuración distorsionada especialmente en las formas humanas.

Ya en los años 80, sus obras muestran visiones atormentadas que giran alrededor de una estabilidad donde se percibe la influencia de artistas como Picasso o el francés Ingres. En la segunda mitad de la década, propone una mirada al ámbito gallego, a su paisaje, arquitectura y gentes. Es en esta época en la que entra a formar parte del Grupo Atlántica, reactivador de la plástica gallega. Formado por una veintena de artistas multidisciplinares, el colectivo Atlántica contaba entre sus integrantes con Menchu Lamas, Antón Lamazares, Antón Patiño, Francisco Leiro y Francisco Mantecón, entre otros.

Atlántica tenía como objetivo modernizar la plástica gallega, por lo que se recuperan símbolos y signos de carácter mítico, relacionados con el mundo precristiano, céltico y el entorno atlántico.

Por otro lado, desde finales de los setenta y hasta comienzos de los ochenta colaboró con la revista infantil Vagalume.

Manuel Moldes nació en el mismo solar en el que seguía viviendo, en la casa de sus abuelos en la céntrica calle Benito Corbal, frente a la gasolinera de Costa Giráldez. Por aquel entonces, recordaba el artista en su entrevista a FARO, "Benito Corbal era un monte". "Yo me iba por San Antoniño con la bici a coger moras. Esa zona era tan rural como que en mi casa se criaban un par de cerdos y había matanza y todas esas cosas. Y resulta que con el paso del tiempo ahora vivo en el centro de la ciudad, es increíble", aseguraba.

Sobre su vocación artística, confesaba que fue algo que surgió poco a poco, "lentamente", porque "desde niño siempre tuve tendencia al dibujo". "Después en el instituto hubo profesores como Luis Pintos que nos llevaban a dibujar por ahí el puente del Burgo o el río. Después también Ramón Peña y otros profesores íbamos al Museo, dibujábamos a carbón las estatuas del Maestro Mateo. Poco a poco fue yendo la cosa", resumía.

"La pintura es un lenguaje que entra por los ojos y tiene otros modos de acceder al interior de la persona. Hay cosas que solo se pueden contar con pintura", decía en defensa del arte que también supo manifestar en vida y que perdurará a lo largo de la historia pese a su ausencia física.