El hijo de Amancio Caamaño Cimadevila tenía 11 años cuando su padre fue fusilado. Han pasado 80 años y ha perdido la memoria, ni identifica a su propia familia, "pero todos los años al acercarse estas fechas siempre pregunta si conocen a su padre, que fue un cirujano de Pontevedra", recuerda emocionada Begoña Caamaño, nieta del que fue presidente de la Diputación en 1931, juzgado y fusilado el 12 de noviembre de 1936 por su defensa de la República.

Él fue uno de los protagonistas del acto de reparación de la memoria histórica que celebró la Diputación. Ésta quiso encarnar en 5 ex presidentes (Bibiano Fernández Osorio-Tafall y Joaquín Maquieira Fernández, ambos exiliados, Maximiliano Pérez Pego, juzgado y que falleció en el hospital a consecuencia de una enfermedad contraída en la cárcel, Amancio Caamaño Cimadevila y José Adrio Barreiro, juzgados y asesinados) y en dos trabajadores (Ramiro Paz Carbajal, de la comisión gestora de 1936, juzgado y asesinado, y el asesor jurídico José García Vidal, expulsado de su puesto por testificar en el juicio contra Alexandre Bóveda) a todos los que sufrieron persecuciones, torturas, violaciones o la muerte tras el golpe de estado de 1936.

Numerosos familiares de los represaliados, caso de José Ángel Fernández Arruty, hijo de Osorio-Tafall, José Luis Adrio, de Adrio Barreiro, Cubana Fernández, nieta de José García Vidal, o Amalia Bóveda, hija póstuma del también asesinado Alexandre Bóveda, llenaron el salón de plenos provincial tras el descubrimiento de una placa conmemorativa en los jardines de la Diputación.

Bajo una fuerte lluvia la presidenta de la Diputación y anfitriona del acto, Carmela Silva, y el vicepresidente César Mosquera descubrieron la placa, que busca recordar la historia negra de los edificios cercanos, la antigua "Normal", convertida en cárcel en los primeros meses tras el alzamiento, y el Pazo Provincial, escenario de juicios sumarísimos y sede en los primeros momentos de la exigua defensa que organizaron los republicanos.

La placa (en la que puede leerse Na memoria das persoas que foron encarceladas, torturadas e xulgadas nestes dous edificios por defender a lexitiminidade democrática fronte ao alzamento fascista de 1936) quiere ser "un recuerdo físico para que las generaciones futuras conozcan la historia", señaló el diputado Xosé Leal, que momentos después daba la bienvenida a los participantes en la ceremonia de reparación. "Para respetar hay que recordar y para reparar hay que reconocer" recordó en la apertura de un acto que se celebró bajo el recuerdo de las palabras de Castelao: "Moitas veces os mártires crean mundos que os herois nin tan siquera son capaces de concebir. E na miña Terra complirase a vontade dos mártires".

La periodista y escritora Montse Fajardo también recordó que restituir la memoria es justicia. "No se puede llamar democracia", denunció, "a un sistema desmemoriado y cómplice, que lleva 40 años permitiendo que los certificados de defunción hablen de hemorragias internas cuando deberían decir asesinato, 40 años de placas y cruces recordando asesinos mientras que las víctimas, las nuestras, las de los demócratas, siguen olvidadas en las cunetas de la vergüenza".

Numerosos asistentes acompañaron a continuación a Begoña Caamaño en su dolor al leer la carta que su abuelo escribió a sus hijos a las 6 de la madrugada de aquel 12 de noviembre y en la que les pide que quieran, acaricien y consuelen a su madre.

Visiblemente emocionada, Carmela Silva despidió a los asistentes. "Este palacio antes lleno de indignidad", señaló "hoy se llena de dignidad con los nombres de las víctimas", a las que citó una por una antes de destacar que "esta sociedad no será justa mientras yaya una sola persona en una cuneta".

Ese mismo espíritu de memoria, dignidad y libertad presidió horas después el ya tradicional homenaje a los "Diez de Pontevedra" fusilados el 12 de noviembre. Éste se hizo extensivo a las 7 viudas y 33 niños huérfanos (dos de ellos aún por nacer cuando asesinaron a su padres).

A los pies del monumento del Doce de Novembro se colocaron 10 velas en memoria de los fusilados y 40 flores por sus mujeres e hijos, las otras víctimas de algo que nunca debió suceder.