Tal día como hoy en 1949 se inauguró en los jardines de San Fernando el monumento al genial violinista

La celebración del cincuentenario de la muerte de Manuel Quiroga Losada en este año 2011 es una ocasión excelente para glosar, una vez más, la figura de uno de los artistas con mayor proyección mundial que dio Pontevedra durante el último siglo.

El genial violinista fue, además, uno de esos casos tan inhabituales de triunfador afortunado al que la ciudad hizo justicia en vida, sin esperar a su muerte. En realidad, lo mimó desde el día de su debut con 11 años en el café Moderno, cuando solo era Manolito. Nunca dejó de agasajarlo cada vez que hubo ocasión desde su precoz triunfo parisino. Y después del trágico accidente que truncó su brillante carrera, la Diputación le concedió una pensión vitalicia en reconocimiento a sus "singularísimos méritos".

Algunas crónicas sociales decían en su tiempo, para honrar el nombre de la ciudad, que Manuel Quiroga era un "hijo de Pontevedra". Esa dedicatoria traducida al lenguaje actual equivaldría a que nuestro artista fue un auténtico "PTV". Es decir, un pontevedrés-de-toda-la-vida por ascendencia familiar y querencia social de los Quiroga, aunque su casa fuera el rincón del mundo donde actuaba en cada momento, Madrid, Paris, Londres, Bruselas, Nueva York, La Habana, Buenos Aires, México, etcétera.

Tal día como hoy, que también era domingo, pero en el año 1949, a última hora de la tarde se llevó a cabo en esta ciudad la inauguración del monumento a Manuel Quiroga, que esculpió el maestro Francisco Asorey por iniciativa del alcalde Remigio Hevia. El invitado de honor para descubrir el busto no podía haber sido otro más que el renombrado pianista José Iturbe, tantas veces pareja artística del violinista pontevedrés, quien no quiso faltar a esta cita sonada y dio una proyección todavía mayor al homenaje organizado.

Tras una recepción en el Ayuntamiento que contó con asistencia de numerosas autoridades, Quiroga se desplazó hasta el lugar elegido del brazo de Hevia y de Iturbe, en medio de numerosos aplausos de los pontevedreses que acompañaban a la comitiva oficial en su breve recorrido.

El alcalde hizo el ofrecimiento en prueba de cariño al artista para eterna memoria de su arte. Y la emoción de Quiroga se contagió enseguida a todos los asistentes cuando le llegó el turno de intervenciones al pianista invitado.

"Iturbe -escribió un cronista de la época- recuerda la tournee con el violinista en su juventud. Las lágrimas le afluyen de tal modo, que sin terminar la frase comenzada, descubre el magnífico busto que al eximio violinista hizo Asorey"…

De vuelta al Ayuntamiento, Iturbe resultó aclamado por la multitud y tuvo que salir al balcón del consistorio para agradecer tan cariñoso recibimiento. En presencia de Quiroga, el pianista prometió un concierto en Pontevedra para finales de agosto, con el fin de honrar la cuna del violinista; un compromiso que naturalmente cumplió para deleite de los melómanos locales.

El sobrio conjunto artístico quedó instalado en los jardines de San Fernando, que más tarde fueron dedicados al doctor Marescot. El gran violinista convertido a la fuerza en pintor y excelente caricaturista para mantenerse activo después de su grave atropello, probablemente estaría hoy tan de acuerdo como entonces con aquella digna ubicación, que se sitúa a solo unos cuantos pasos de la entrada principal de la facultad de Bellas Artes.

Y hace ahora 50 años, tres meses después de su fallecimiento, Pontevedra acogió el 9 de julio de 1961 otro sentido homenaje póstumo al insigne violinista de la Real Academia Gallega de Bellas Artes Nuestra Señora del Rosario "…al que siempre recordará con entusiasmo y fervor". La citada institución no había podido celebrar en vida de Quiroga el acto de entrega de la medalla de oro que había acordado imponerle y reparaba entonces el lamentado contratiempo con una sesión extraordinaria en su ciudad natal.

Tras una ofrenda floral ante el monumento reseñado, el paraninfo del Instituto acogió el acto solemne programado. A la intervención del presidente, Seijo Rubio, siguió otra glosa del homenajeado a cargo del académico Chaves González. Y finalmente su hermano Emilio, arquitecto municipal, recogió el diploma que acreditaba la condición de Quiroga como miembro de honor de la citada academia.

A continuación, todos los asistentes se trasladaron hasta la casa natal en la calle que ya llevaba su nombre, donde se descubrió la placa de mármol gris que aún tiene y que reza así: "Casa en que nació y murió Manuel Quiroga 1892-1961".

El alcalde Filgueira Valverde pidió en aquella ocasión que Manuel Quiroga "no sea un nombre vacío para los pontevedreses, y que al pasar por esta calle y ante esta casa piensen en el hombre que paseo con gloria y honor el nombre de Pontevedra por todo el mundo". El alcalde Lores debería hacer caso de esta recomendación que hizo su antecesor hace 50 años.