Celanova recupera un cuadro de San Torcuato 172 años después. La obra fue pintada a finales del siglo XVIII, por un artista desconocido, para el monasterio de San Rosendo. Luego pasó a formar parte de los fondos de la Diputación, que lo dona al Concello de Celanova. Este lo cederá a la iglesia parroquial, para que se coloque en la sacristía mayor, junto a los cuadros de San Rosendo, de su madre Ilduara, su padre Gutierre Menéndez, Hermesinda (hermana de San Rosendo) y los hermanos del santo, Munio y Froila.

La entrega de la pintura la hará el vicepresidente de la Diputación, Rosendo Fernández, en torno a la una de la tarde, al finalizar la procesión, la misa y una entrega de premios que se hace en Celanova con motivo de la fiesta de San Rosendo.

El cuadro, que reproduce la imagen de San Rosendo -permaneció en el pasillo que da entrada al despacho de Presidencia de la Diputación- está datado alrededor del año 1796, según la profesora de la Facultad de Historia Yolanda Barriocanal. En 1844, después de la Desamortización de Mendizábal, fue trasladado a Ourense. Tras la creación de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos Artísticos, pasó a formar parte de un importante conjunto de pinturas monásticas, formado por cincuenta obras, probablemente las más ricas de todos los monasterios de la provincia. Del conjunto, en la actualidad solo se conservan cuatro cuadros, de los cuales dos pertenecen a la Diputación y otros dos forman parte de los fondos del Museo Arqueológico Provincial.

El cuadro que dona la Diputación al Concello de Celanova, reproduce la imagen del discípulo del Apóstol Santiago, San Torcuato, cuyos restos se conservan en el altar mayor de la iglesia de Celanova. Aborda uno de los episodios más conocidos en las hagiografías del que fue primer obispo de una diócesis en la Península Ibérica, la de Guadix, sobre el derrumbe de un puente que salvó al discípulo y a sus compañeros de la muerte, cuando eran perseguidos por los infieles.

El cuadro fue solicitado formalmente a finales del año pasado por el Concello de Celanova al presidente de la Diputación, que mostró desde el principio su predisposición a que el "importante legado patrimonial" volviese a su lugar de origen.

Yolanda Barriocanal recuerda que el gobierno de Narváez creó las Comisiones Provinciales de Monumentos Históricos y Artísticos, para que "recogiesen los libros y objetos de arte pertenecientes a los conventos suprimidos, a fin de formar con ellos bibliotecas y museos".

La llave que ha posibilitado la creación de estas comisiones fue la Real Orden de abril de 1844, dada la incuria en que estaban los edificios pertenecientes a las comunidades religiosas y otras corporaciones suprimidas. Según informaba el Ministerio de Gobernación, "desgraciadamente la mano de la revolución y de la codicia ha pasado por muchos de ellos, y se han hecho desaparecer tesoros artísticos".

Dos meses después, el 13 de junio, se dictaba otra Real Orden "resolviendo que en cada provincia se nombre una comisión de monumentos histórico artísticos". Por especial encargo de la Real Orden de 5 de noviembre de 1844, se nombró la comisión investigadora de la acabada de formar Comisión de Monumentos de la Provincia de Ourense. Tenía como función "formar un inventario de los libros, pinturas y otros objetos artísticos y arqueológicos, y dispusiese los medios más convenientes para su traslación a esta capital". Formaban parte de la misma, el presidente, Manuel Feijóo Río, los diputados Manuel Tutor y Vicente López Dorado, José de la Puente, marqués de Leis, y Bonifacio Ruiz, antiguo abad de Celanova, para realizar un inventario de los libros y objetos artísticos y traslados a la capital. Después de año y medio de trabajo, consiguieron reunir más de 12.000 volúmenes y 128 cuadros, procedentes de los monasterios de Santo Domingo y San Francisco de la ciudad, y de otros de la provincia, entre los que se encontraban Oseira, Melón, San Clodio y Celanova.

Estos cuadros fueron trasladados a Ourense y se expusieron, a partir de 1845, en el recientemente creado Museo Provincial, situado en dos salas de la segunda planta del edificio del antiguo Colegio de los Jesuitas que, compartiendo espacio con el Instituto de Segunda Enseñanza, Seminario y Biblioteca, se habilitó para acoger los cuadros procedentes de los monasterios desamortizados. De todas formas, no se inauguró oficialmente hasta el año 1847.

La historia impresa de estos cuadros la empezó a tratar en 1914 Juan Fernández Pérez, jefe de la Biblioteca Provincial, al dar a conocer el catálogo de las colecciones que conformaron el antiguo Museo de Pinturas de Ourense, que había sido elaborado en 1852 por Bonifacio Ruiz, abad exclaustrado del convento de Celanova, nombrado director de la biblioteca y del museo, "hombre de espléndido saber, muy perito en cuestiones artísticas, arqueológicas y artísticas", animando a la búsqueda y catalogación de los fondos artísticos afectados por las distintas desamortizaciones.

Este inventario, pese a las inexactas y atrevidas atribuciones -Durero, Leonardo da Vinci, Luis Morales, Velázquez, José Madrazo o Mariano Salvador Maella, entre otros-, es el punto de referencia que hay para conocer y evaluar el número, medidas y contenido de los cuadros de los edificios conventuales. De Celanova se contabilizaron hasta un total de 47 lienzos, un número sensiblemente superior al de los demás monasterios de la provincia -Oseira, San Clodio, San Francisco de Ourense y Melón-. La razón parece estar, según Yolanda Barriocanal, "no tanto en la posesión, por parte del monasterio de Celanova, de una riqueza artística superior a la de los otros centros monásticos, sino en el celo demostrado en la recogida de sus lienzos, por parte del abad frai Bonifacio Ruiz.

De esta serie, que al parecer colgaba en las paredes del claustro, solo se conservan cuatro cuadros -de los cuales dos pertenecen a la Diputación y los otros dos al Museo Arqueológico-, que representan a los santos Rosendo, Torcuato, Plácido y Veremundo.