Los institutos de la comarca: Rodeira y María Soliño en Cangas; A Paralaia en Moaña y Johan Carballeira en Bueu, han sacado a la luz el talento de sus alumnos, tanto durante el curso como en las pruebas de selectividad realizadas el pasado junio. Algunos de los estudiantes con las mejores notas comienzan en breve sus estudios en Madrid, pero la mayoría han decidido apostar por alguna de las universidades gallegas para continuar con su preparación. Han demostrado que el esfuerzo y la constancia son cualidades que, afortunadamente, les acompañarán siempre.

No buscan aplausos, ni el reconocimiento, ni la fama, ni los premios. Casi ni les interesa sacar matrícula o ser los mejores de su promoción –aunque lo son– lo que verdaderamente importa a los mejores estudiantes de la comarca es aprender, dar lo mejor de sí mismos y conseguir alcanzar un futuro en el que todo lo que se propongan esté a su alcance.

Pasar el tiempo con amigos, navegar por internet, ir al cine o salir a bailar son algunos de los hobbys más comunes entre los chicos y chicas de su edad, y para Héctor José, Sara, Paula, Ana Olivera, Ana Santomé, Lorena y Diego la cosa no cambia, a pesar de ser los mejores de los institutos de Cangas, Moaña y Bueu, y dedicarle muchas horas al estudio. La mayoría de ellos está contentos y orgullosos por su trabajo, al margen de la opinión de los demás, pero coinciden en que el apoyo de sus padres fue un factor decisivo a la hora de llevar a cabo tanto esfuerzo.

Tres matrículas en Rodeira

Ana Olivera Fernández es la mejor alumna del instituto de Rodeira, en Cangas. Para perseguir sus sueños no le importa marcharse fuera de casa y probar nuevas experiencias, por lo que este año empezará con los estudios de bioquímica en Madrid. "En Galicia no la ofertaban y tenía claro que era lo que quería hacer", explica. Juntando las notas de selectividad y bachillerato le quedó una media de 12´28 sobre 14. "Dediqué muy pocas horas a estudiar para selectividad, quizá un par de ellas al día, la mayor parte del esfuerzo lo hice durante el curso", cuenta. Sus padres han estado acostumbrados a sus buenas notas desde que era una niña, pero eso no impidió que se sintieran orgullosos de ella. "A selectividad llegas asustado porque te meten muchísima presión", asegura, resaltando que "no fue para tanto" y que para ella los exámenes fueron bastante fáciles. "El que más me costó fue el de historia, porque entró la transición y, claro, al ser de los últimos temas del libro es de lo que menos tocas al estudiar en el instituto", relata.

Diego Yuque Fandiño también fue de los mejores del instituto de Rodeira. Tiene claro que él estudió por su propio bien y por su futuro, no por lo que los demás esperaran de él. Diego dudaba entre estudiar Farmacia o Medicina, y finalmente se decidió por la primera. "Farmacia me tiró desde pequeño", afirma, "todo lo relacionado con la química me fascinaba".

Solo se presentó a un examen de la fase específica –unas pruebas que se estrenaron este año para subir la nota– porque "no necesitaba más", y consiguió un 10 sobre 14. "Los días previos al selectivo estaba muy nervioso", confiesa, "pero una vez allí fue más fácil de lo que pensaba. Si repasas todo lo que diste durante el curso, vas muy bien preparado. Lo que es imposible es estudiarse todo en un momento", explica. Su consejo para los estudiantes que este curso se tengan que enfrentar a la selectividad es que "estudien dos horas al día y no se agobien, porque el selectivo es un examen como cualquier otro".

Por su parte, Paula Fernández Biz, alumna de Rodeira, basa su éxito en la constancia. "Le dediqué mucho tiempo a los exámenes", cuenta. Se sorprendió gratamente cuando se enteró que era de las mejores porque "no soy nada especial, no lo esperaba". Ella alcanzó un 11´67, nota que le sobra para entrar en la carrera que quiso estudiar desde siempre: Arquitectura. A Paula los exámenes de selectividad la sorprendieron, "sobretodo filosofía y gallego", puntualiza. "No esperábamos que entrara Aristóteles".

Ana Santomé fue la mejor alumna del instituto de Bueu, Johan Carballeira, con un 11´92 sobre 14 de media. Sólo en el bachillerato que cursó, el de humanidades, alcanzó un 9´8. "Varios días antes del examen me pongo a estudiar muy en serio", relata, "puedo estar repasando todo el día si me lo propongo". Tiene claro que el mayor esfuerzo lo realizó durante el curso. "Apenas preparé la selectividad", confiesa, "me pareció fácil". Ana no achaca el éxito o el fracaso en los estudios a las mejores o peores clases en el instituto, basa la victoria en el "esfuerzo personal de cada uno". Con ese esfuerzo comenzará la carrera que siempre le gustó: historia, a pesar de que casi se decide por geografía.

Éxito agridulce en Moaña

Moaña también cuenta con estudiantes de sobresaliente. En A Paralaia están "moi orgullosos de todos os alumnos, a pesar de que algún que outro fallou un pouco". Lorena Solla Nogueira fue uno "dos mellores expedientes" de todo el instituto pero, a pesar de ello, no fue capaz de entrar en la carrera que quería: fisioterapia. "Mi problema fue que el examen de química, en selectividad, porque me salió mal y saqué un 4´75", relata. "La nueva selectividad, con sus materias específicas solo cuenta para subir nota a partir de un 5 por lo que me quedé sin esa puntuación". Lorena protesta por la "injusticia" de que en selectividad se considere el aprobado a partir del 4, pero que en las pruebas específicas se necesite tener, por lo menos, un 5. "Deberían sumarlo de manera proporcional", reivindica. Ahora, Lorena Solla se presentará a las pruebas extraordinarias de septiembre, buscando subir nota, para tratar de entrar en la carrera de sus sueños. "Si al final me quedo sin poder hacer fisioterapia, creo que me apuntaré en periodismo, que es algo que también me gusta", confiesa. "Mis padres estuvieron muy orgullosos, pero les fastidió. No les defraudé porque me vieron estudiar, pero me quedé a las puertas", asume. Después de todo el verano, le ha dado tiempo a analizar con profundidad las claves de su éxito y los errores cometidos. "Durante el curso remo con el Samertolaméu, y no estudié tanto en los dos primeros trimestres porque entrenaba con mis amigas", relata.

Estudio día a día

Sara Martínez Gutiérrrez, del instituto María Soliño, es otro de los mejores expedientes de la comarca. En bachillerato alcanzó un 9´8 de media que, al realizar la selectividad le quedó en un 11´7. "Traballo día a día", explica. "Xa estoy moi acostumada a estudar dende os cursos anteriores". Sara trabaja muy duro desde que estaba en la ESO. "Teño a miña nai, que sempre mi di que o faga. Ela e o meu pai non se soprenderon das miñas notas porque asumen que é algo habitual en min", dilucida. Sara cursó el bachillerato de humanidades con la idea clara de estudiar derecho en cuanto le fuera posible. "É unha carreira que me gusta e ademais ten bastantes saídas", razona. Además de trabajar duramente, durante el curso también forma parte de un equipo de fútbol femenino, que le come buena parte del tiempo con los entrenamientos. "Cada quince días temos que ir a Asturias", cuenta, "o máis importante é distribuirse, porque o fútbol me quita moito tempo pero o compaxino".

Estos jóvenes, que cada vez compaginan más cosas, dejan una marca difícil de superar para la nueva generación, que empieza su último curso de bachillerato dentro de unos días.