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Entroido 2018

La niña que nació Xeneral

La tradición de los Xenerais da Ulla, un ejemplo de igualdad que se enriquece al incorporar mujeres al frente de sus tropas

La niña que nació Xeneral

Sábado. Tres de la tarde. La estradense Ana Laya concluye su jornada laboral. Lleva prisa. Y no es para menos. Hoy le toca dirigir un ejército. Tiene que cambiarse para ponerse en la primera línea de su batallón y, aunque ha de partir al frente en pocos minutos, el tiempo semeja detenerse por un instante para dejar que disfrute de este momento irrepetible. Este es el día en que sus sueños se cumplen. Es el día en que se convierte en Xeneral da Ulla.

Vecina de la parroquia de Santeles, Ana ha crecido con esta tradición. Desde temprana edad soñó con subirse al caballo para incorporarse a las tropas del Carnaval más tradicional. Pero primero le tocó verlo desde el regazo de algún familiar y, después, desde la barrera. Todo cambió en 2017, momento en que se estrenó como Correo, el más adelantado en la tropa y que se encarga de ir abriendo paso a los ejércitos por las distintas aldeas. Ayer, debutó como el más alto mando de estos ejércitos de la tradición.

Ana Laya está convencida de que un Xeneral da Ulla nace, no se hace. Asegura que esta tradición siempre vibró en su interior, deseando que llegase el momento de enfundarse el traje y calarse el vistoso tricornio que caracteriza a los elegidos para dar el "alto".

Su madre y su abuela la esperan en casa, llenas de orgullo porque Ana tome la alternativa en una tradición que siempre ha atesorado esta familia de A Estrada. Todo está preparado para vestir a la nueva Xeneral. Después de ponerse el pantalón, la camisa y las botas, Ana se coloca la corbata. Para continuar, dado que es la primera vez que vestirá este traje, necesita la ayuda de su madre. Juntas colocan la chaqueta, una acción que completan añadiéndole una banda con la bandera gallega. Una voz, que destila la sabiduría de quien ha observado durante décadas este ritural, les indica hacia qué lado debe ir. Es la abuela. No se ha movido del marco de la puerta. Sigue contemplando la escena y expresa en voz alta lo guapa que ve a su nieta. La emoción no le deja decir nada más.

Llevar un traje de Xeneral da Ulla es una responsabilidad. En sentido amplio. Así lo siente esta debutante. Reconoce que le da miedo estropearlo, porque pertenece a la parroquia y sabe que es una pieza muy cara. El que viste es una talla pequeña de hombre, que se ajusta a su cuerpo de mujer con ayuda del fajín.

El tricornio es el último complemento y, sin duda, el más característico de un Xeneral. Esta estradense se lo coloca con orgullo, sabiendo que lucirlo rompe una brecha y demuestra que, aunque tiene muchos años de historia, esta tradición ha sabido adaptarse a los tiempos y apostar poco a poco por la igualdad entre hombre y mujeres. De hecho, Ana Laya no es la primera Xeneral de Santeles. El año pasado se estrenó como mando de este ejército Ana Loureiro y ayer debutaron como Correo Sonia Ayude y Andrea Fraíz. "Vamos haciendo camino. Llegará un momento en que seamos más mujeres que hombres", bromea.

Cuando está preparada, y luciendo la boina que la distinguirá al frente de la tropa por las aldeas -reserva el tricornio para el "atranque" -, corre a unirse al grupo, que la aguarda en una casa vecina. Llega el momento de subirse al caballo, como siempre ha querido. Hay tiempo antes para abrazar a su hermano Brais, que también debuta como Xeneral.

El ejército avanza por Santeles lanzando "vivas" a los vecinos. La emoción va por dentro mientras la tradición cabalga. Atrás quedan tiempos en que solo los hombres comandaban los ejércitos del Ulla. Hoy ellas dan el "alto" y empuñan el arma de la retórica con el mismo arte y arrojo que los más respetados Xenerais.

A sus 25 años, Ana Laya, ha sumado su nombre al de otras muchas mujeres de las tierras que baña el Ulla. Han vivido en esta tradición durante años, deseando que llegase el momento de subirse al caballo para protagonizar un "atranque". Aseguran que es algo que se lleva dentro y que en algún momento ha de salir. Su voz se encarga de gritarlo a los cuatro vientos.

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