-¿Es de esos jubilados que siguen yendo cada día al trabajo?

-Todos los días paso por allí. No hace mucho, estando yo en la empresa, llegó una chica que empezó a ver las estanterías, y le pregunté qué quería. Me dijo que era inspectora de Trabajo, y le comenté que acaba de jubilarme. Con la misma, ella me dijo que no podía estar allí, y yo le pregunté qué a dónde me tenía que ir. Me comentó que me fuera de vacaciones, y le contesté que había estado todo un mes. Zanjamos la cuestión cuando le expliqué que el negocio sigue siendo mío, con un encargado, donde se genera dinero todos los días, y el dinero es mío. Entonces, le dije, a la noche los obreros se lo reparten entre ellos o cómo hacemos. Le dije, también, que el encargado que tenía en la empresa lo era para trabajar, pero no para manejar mi dinero. La chica se me quedó mirando, y me confesó que no podía conmigo. Me cogió por un brazo y me pidió que le enseñara la empresa, y acabó diciéndome que no me había visto nunca por la empresa.

-¿Se considera un hombre feliz con lo que ha conseguido?

-A mi la vida me dio demasiado. Siempre he trabajado mucho, sábados, domingo e incluso noches enteras. Estoy súper agradecido a la vida y, a veces, me emociono cuando hablo de eso. Nunca tuve problemas graves, mis hijos se han criado creo que bien, y en mi casa nunca ha faltado de nada. Lo bueno, y eso se lo digo a mi mujer, es que en casa el dinero estuvo siempre a disposición de todo el mundo. Ahora entiendo que todavía me va mejor, porque al dejar la responsabilidad del trabajo he asumido otras tareas, como la música o fomentar las amistades.

-¿Se siente querido?

-Mucho. Puedo decir que no tengo enemigos. Yo voy por una calle con 20 personas, por poner un ejemplo, y 12 o 15 me saludan, aunque yo a veces no les conozca. Eso es una muy buena señal. Reconozco que es algo que yo no me merezco. Creo sinceramente que hice en esta vida todo lo que quería.