Una casona decimonónica radicada en Amarelle (Rubín) recobrará su esplendor de antaño con el proyecto orientado a convertirla en vivienda turística. Construida hace más de 160 años, fue adquirida en 1940 por Jesús Leis y Carmen Carlés. Setenta y cuatro años después, su nuera Minu Montero la está convirtiendo en un espacio de ocio, comida y reunión que los visitantes podrán alquilar para alojarse o bien visitar para degustar de la cocina más tradicional.

La estradense Carmen Rey será la encargada de elaborar las suculentas creaciones. A estas alturas del año la estrella será el cocido. Antes, los comensales podrán degustar su sopa. A modo de postre, saborearán filloas y queso con membrillo.

Pero no son estas las únicas exquisiteces que se servirán en esta vivienda turística -que está completando su tramitación- sino que también proyectan ofertar platos tan tradicionales como pollo de corral con patatas, guisantes y ensalada; almejas a la marinera; codillo con salsa de verdura y arroz en blanco; jarrete estofado con guarnición y cordero asado en el viejo horno en el que antaño se cocía el pan de la casa. Será cocina casera. La repostería ofrecerá tarta de tres chocolates, leche frita, rosquillas, tarta de manzana y filloas de piedra caseras.

Será un atractivo más para una vivienda que ya de por sí es muy sugerente. Rezuma el encanto de lo rústico por los cuatro costados. A la familia que lleva siete décadas disfrutándola le apetecía brindarle esta posibilidad a gente foránea. Le ve un gran potencial de cara a atraer a grupos de gente de Santiago y a acoger reuniones de empresa.

La casona cuenta con una superficie útil de 260 metros, 150 en la planta baja y los 110 restantes restantes en la alta. Un comedor con lareira de casi 40 metros cuadrados es el eje central de la planta baja y 3 amplios dormitorios (de entre 17 y 19 metros cuadrados) protagonizan la planta alta.

Además de esta edificación principal de forma cuadrangular, completan el conjunto edificaciones secundarias: un patio trasero cubierto, un hórreo y un cubierto lateral. A estos anejos, propios de una vivienda que en su día tuvo caseros, se le fueron agregando en las últimas décadas pista de tenis y una casita de madera en la que pueden jugar los niños. Esta cabaña tiene "de todo": incluso habitaciones y cocina. Todo ello se radica en 17.000 metros de terreno con viña y árboles frutales, apto también para instalar una carpa de cara a la celebración de comuniones. Al dueño de la vivienda, Jesús Leis, le gustó la idea de su nuera para mejorar el cuidado de la casa y volver a llenarla de actividad y de risas.