Es menuda y no duda en besar a los que la van a visitar a su casa de Mazarelos en señal de hospitalidad pero, sobre todo, muestra un semblante risueño cada vez que se le pregunta por los 105 años que cumplió ayer o, también, por el secreto de su longevidad. Concepción Pichel, o Concha, que es como todo el mundo la conoce en su familia, presume de buena salud con toda la razón del mundo porque, como cuenta su hijo Magín, "hace perfectamente todas las tareas de la casa y sin problemas de ningún tipo". Concha asegura que no sabe cuál es la clave para haber durado tanto pero insiste en que "siempre sé si el que viene a la puerta es de Vilar o lo conozco, si no le abro". Y lo dice mientras demuestra que es capaz de adentrarse en el gallinero de su domicilio para recoger una ración de huevos o barrer el vestíbulo de su vivienda.

Come de todo, en especial dulces, huevos fritos y carne, algunos de sus platos preferidos, y no duda en ponerse en los fogones cada vez que su hijo no se encuentra en casa. Está orgullosa de sus siete hijos: Además de Magín y Sofía, otro reside en Carballo, tres están viviendo en Inglaterra y otra en Uruguay. "Aunque algunos viven lejos cuando vienen por aquí me visitan porque todos me quieren mucho", asegura la risueña abuela de Trasdeza, incluyendo a sus once nietos y de sus doce bisnietos. En este sentido, Concha recuerda que "antes se tenían más hijos que ahora porque eran los que venían", relata entre sonrisas.

Andar y conocer

De lo que más se muestra contenta Concha Pichel después de 105 años de existencia es de "poder andar y ver y conocer a la gente porque gracias a Dios estoy muy bien de salud". Una pastilla al día para la tensión o el corazón es la única medicina que, según desvela su hijo, toma esta anciana por prescripción facultativa desde hace algún tiempo y ya ni se acuerda de cuando fue la última vez que se hizo una revisión médica. Ella es la única de sus hermanos que sigue con vida después de que un varón falleciera en Buenos Aires y las otras cuatro mujeres, a las que apodaban "As sampaias", también murieran después de estar siempre "muy unidas", tal y como indica Magín García. De hecho, su madre no duda en lamentar la cantidad de amigas que han muerto en los últimos años en el único momento de la conversación donde su rostro muestra cierta resignación.

La mujer de mayor edad de Silleda confiesa no ser más piadosa de lo que ya es por razones logísticas. "No me gusta ir a misa porque hay que subir la cuesta hasta la iglesia; voy mejor cuesta abajo", bromea Concha. El párroco suele confesarla en su domicilio para darle más facilidad y es un habitual junto a su hermana a la hora de la comida en esta casa de Mazarelos cada 20 de enero, festividad del patrón de Vilar, San Sebastián. Concha Pichel insiste en que la leyenda de buenos comedores de los sacerdotes "es una calumnia porque ellos comen como el resto de las personas" destacando la bondad del cura de su parroquia.

Entre carcajada y carcajada, la anciana se pone seria para reconocer que ser risueña "es mi forma de ser y nunca respondo a los buenos días con esas caras que ponen algunos porque me gusta hacerlo siempre sonriendo". Reconoce que "todos me quieren bien y nunca me enfadé con ningún vecino y, la verdad, siempre me llevé bien con todos los que viven en Vilar". Lo cierto es que prácticamente cada día, si hace buen tiempo, da un paseo por los alrededores de su casa saludando a todos los que la reconocen y se le acercan. Suele charlar con algunos de ellos porque en Mazarelos, y en Vilar, todo el mundo sabe donde está la casa de Concha Pichel.

Camas frescas

De todas las tareas del hogar que a diario realiza la vecina más longeva de Trasdeza hay una con la se siente especialmente orgullosa. "Me peino y me lavo todos los días, pero lo primero que hago es abrir las ventanas de las habitaciones, levanto la ropa de cama y espero a que las camas estén frescas para hacerlas", relata con minuciosidad Concha mientras busca con la mirada la complicidad de su hijo Magín, que asiente con orgullo mientras la oye decir que "a veces, abro las puertas de las habitaciones para que vea la gente lo bien hechas que dejo las camas, y no como otros, que cierran para que no se vea que no las tienen hechas".

Las 105 primaveras que ayer hizo Concha Pichel confirman a Deza como una comarca prolija en vecinos que superan el siglo de vida. Los últimos datos al respecto cifran en unos cuarenta los hombres y mujeres que ya han sobrepasado el centenario.