El Carnaval ya solo permanece en la conciencia colectiva de los que disfrutaron de al menos cuatro días de intensa actividad festiva, con decenas de celebraciones en los municipios de la comarca. El Miércoles de Ceniza advierte del remate del estas fiestas y alerta de la inminente llegada de la Cuaresma, lo que obliga a recoger los disfraces y las caretas hasta, al menos, el próximo año. Los honores a Don Carnal se esfumaron y con ellos las jornadas en las que el alboroto y el júbilo con el que los vecinos se toman unas fiestas que en los últimos años han tenido un impulso, sobre todo en las localidades más urbanas.

En Lalín la asociación cultural O Naranxo organizó anoche la tradicional quema del meco. La comitiva partió del bar A Casa do Antón, custodiada por un grupo de músicos, y recorrió la calle Principal hasta finalizar en la Praza da Igrexa. Durante estos minutos los vecinos quisieron agotar con entusiasmo los últimos instantes del Entroido y, sobre todo, sacar a relucir el sarcasmo que caracteriza a los carnavales. O Naranxo eligió como tema principal para la quema del meco un asunto de máxima actualidad y que provocó un cierto enfrentamiento entre el alcalde de Lalín, José Crespo, y el grupo de vecinos que promovió una recogida de firmas proponiendo el traslado del Museo Galego da Marioneta a las dependencias de la actual casa consistorial cuando deje de estar operativa. La organización recurrió a unas declaraciones de Crespo, en las que cuestionó la iniciativa social y propuso que la decisión del traslado del museo la tomase la próxima corporación. Y advirtió de que podría reunir a las cooperativas ganaderas para proponerle que también reclamasen el consistorio como sede. Por tanto, anoche el meco mostraba una figura del alcalde "manejanado los hilos del sector ganadero".

Los últimos coletazos del Carnaval se situaron en Dozón, con un desfile de disfraces, que tuvo lugar el martes en el centro social. También la asociación de vecinos San Esteban de Cadrón celebró el lunes un desfile en esta parroquia lalinense. La organización preparó una merienda para sus convecinos y repartió obsequios, aunque solo exclusivamente entre aquellos que fuesen disfrazados.