La llegada a la Xunta del partido Popular y el presidente Núñez Feijóo, un año después, en 2009, el diseño del proyecto, a cargo de un equipo interdisciplinar dirigido por César Portela, y que contaba con arquitectos, ingenieros, sociólogos e historiadores, entre otros profesionales, para diseñar lo que denominaban "la ciudad gallega del siglo XXI", se frenó en redondo.

El argumento que se esgrimió en aquel momento para descartar el plan Territorial Integrado del Val da Rabeda, con rubrica del Consello de la Xunta, es que "nació como un plan sobredimensionado y carente de rigor", y que "no tiene en cuenta las importantes afecciones de la zona, que imposibilitarían su desarrollo sin incurrir en grandes costes adicionales que harían inviable la venta de parcelas resultantes, dado los excesivos precios que resultarían".

La realidad es que la zona en cuestión está atravesada por dos líneas de alta tensión, así como la existencia de yacimientos arqueológicos, a lo que se suma que por esa zona transcurre el trazado de la línea de alta Velocidad. Cuestiones que se convirtieron en el eje central de la desestimación del proyecto por el Gobierno gallego.

Pero Democracia Ourensana considera que aunque no se pueda ejecutar el proyecto inicial, eso no implica que se pueda "reformular, redimensionar o reorientarlo", debido a la relevancia que tiene para la provincia.