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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los búlgaros

Pues la verdad es que desde que algún analista se inventó aquello de los congresos "a la búlgara" para expresar -de forma simbólica- ciertas dudas sobre los resultados porcentuales y/o absolutos que reflejaban una casi unanimidad imposible en política, la frase ha hecho fortuna en el léxico de los profesionales del oficio. Y de forma singular en España y varios de sus partidos -no sólo en la derecha-, donde la "adhesión inquebrantable" al jefe creó una escuela de docilidad jerárquica que llegó hasta ahora.

Quizá por eso, y salvadas las obvias excepciones en formas y fondo, algunas de las cosas que hoy ocurren se parecen mucho a las de casi anteayer, tanto a babor como a estribor. El "ordeno y mando", que se disimula con fórmulas de participación en foros teóricamente abiertos al debate pero que casi siempre aprueban en su balance lo que quieren los que están arriba, es la norma básica, y el que no la acepte tiene dos opciones: aceptar el destierro jerárquico o el fáctico.

Hay, desde luego, quienes creen inexacta, por exagerada, esta opinión, pero existen ejemplos numerosos que la corroboran, del mismo modo que se pueden apreciar matices. El congreso provincial del PP de Ourense se ganó a pulso su calificación de búlgaro, mientras el del mismo partido en Lugo guardó la apariencias y fue "a la húngara", con dos aspirantes, la oficial y ganadora y la crítica -ma non troppo- que perdió como estaba previsto. Punto.

Quedó dicho ayer mismo, al hablar de las nonnatas primarias del PSOE gallego, que además de una reforma de la Ley Electoral urge otra, de la de partidos, que los democratice de verdad y los haga transparentes a la financiación para que la gente corriente no sólo pueda respetarlos sino creer en ellos y votarles por convicción e incluso confiar en sus representantes. Pero no parece que eso esté en la agenda de nadie, aunque haya sido citada en algunas referencias electorales y por tanto demagógicas del auxiliar de Sánchez, Albert Rivera. Y no está porque lo de democratizar a los que en el fondo les gusta ejercer el mando y están convencidos de que tienen toda la razón -y que le pregunten también a Rajoy, Pablo Iglesias o, verbigratia, Xosé Manuel Beiras- es tarea de titanes, y aquí no existen.

Por eso hay congresos búlgaros, húngaros, y ya se verá si el del PP de Pontevedra está en esas especies o habrá que inventar otra. Y por eso las Mareas andan aquí a la greña con otros en pos del segundo puesto, Podemos consigo mismo y por eso chirrían cuchillos en Anova. Y porque, al final, hay quien opta por el famoso artículo primero de la jerarquía: el jefe siempre tiene razón.

¿O no...?

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