Ya solo leo por placer, si además aprendo algo, mejor; un libro puede contener más ciencia que la Biblioteca Nacional que si no me estimula agradablemente lo dejo en la segunda página. Más joven, fui gustoso lector de literatura pero desde hace años no fatigo demasiadas novelas, salvo las de James Ellrroy, y poesía únicamente la de Ferrín. Tampoco leo ciencia económica exceptuando la prensa salmón y obras de amigos. Encuentro mucho más divertida la física, no me entra rubor al decirlo.

Estos días recibí sendos libros de dos economistas que respeto. Uno, de la autoría de Juan Torres López ("Contra la crisis, otra economía y otro modo de vivir"); el segundo lo escribió Manuel Conthe ("La fuerza del ampersand (&)"). Leyéndolos fui feliz cual lagarto al sol.

Conocí al profesor Torres –actualmente catedrático en Sevilla y por entonces en Málaga– a raíz de la publicación de un extenso, casi cincuenta paginas, inteligente y documentadísimo análisis centrado en un libro de la cosecha de este que aquí tenéis. Asimismo, invitado a instancias de Juan Torres, mi última manifestación de economista profesional fue formando parte del tribunal de doctoramiento del brillante Alberto Soler, especializado en economía monetaria. Desde aquellos tiempos mantengo con ambos intensa correspondencia en la que me ilustran abundosamente de las disfunciones que perciben en la economía española. Sus enfoques de los problemas, sin llegar a proponer intervencionismo duramente marxista, abogan por una crítica que en EE UU se consideraría "radical" y en Francia "alternativa".

No es que yo participe completamente de las propuestas y análisis de Juan Torres pero al leerlo me cultivo además del gozo que me depara su prosa cálida y algo violenta pero generosa. En el libro aquí mencionado –por citar un tema de candente actualidad– el profesor Torres anticipa que la reforma laboral no responde a las causas que han provocado la crisis y el desempleo –análisis que comparto– ni creará más puestos de trabajo ni mejorará la competitividad de las empresas españolas y, por el contrario, provocará un uso extensivo del trabajo, no intensivo, en aquellas que son incapaces de innovar y privilegian el abaratamiento de la mano de obra a otras alternativas más dinámicas. Puede que tenga razón, en efecto, pero ya se verá dentro de cuatro años, digo yo. No obstante, tampoco va muy descaminado mi buen amigo a tenor de los siguientes datos que conviene conocer.

La pérdida de competitividad de la economía española enlaza más congruentemente con el euro que con los costes salariales. Nuestros costes unitarios en el sector manufacturero en el año 2000 eran el 57,7% de la media de la zona euro pasando al 65,7% en 2010; aumentaron ocho puntos. Sin embargo, si remitimos la comparación a países de fuera de la zona euro, entre las mismas fechas pasaron de ser el 170% de los de Taiwan al 318%; del 60% de los del Reino Unido al 92%; del 50% de los de EE UU al 66%; del 48% de Japón al 83%; del 126 % de Corea del Sur al 160%; del 263% de México al 425%. Con pocas excepciones –la media de costes unitarios de los países de Europa oriental y central subió respecto a los españoles– el deterioro fuera de la zona euro es evidente.

Completamente distinto en tono e intención es el libro del economista del Estado Manuel Conthe. Iré directamente al grano: es uno de los libros de economía más lleno de cultura, apasionante, rotundamente fresco que leí en mi vida, y he debido leer unos cuantos. La obra recoge artículos que Conthe publicó en Expansión, todos ellos meditadísimos y repletos de sugerencias inesperadas en un economista. Una delicia en la que no ahorra perlas, como esta. Dos borrachos perdidos en la nieve ven aparecer un perro de San Bernardo con su barrilito al cuello. Uno de ellos comenta feliz que ya están salvados pues llega el mejor amigo del hombre, a lo que el otro replica: "Sí y viene con un perro". Pero, estilo lúdico aparte, lo que más impresiona de "La fuerza del ampersand (&)" –casi hasta conmover, sabedores de la dificultad de escribir documentadamente– es el despliegue de energía y trabajo sistematizado que se requiere para levantar columnas de semejante fuste, tan trabajadas, tan bien terminadas. Y es que, como el propio autor me confesó, lo ocupan, no es para menos, casi una semana, en tiempo discontinuo.

Me costaría encontrar en el libro un artículo que no destaque por su erudición, capacidad analítica y originalidad. Por ejemplo, en "La ilusión de Caro Baroja", para explicar lo que los estadísticos llaman la "correlación ilusoria" –relacionada con lo que en econometría se conoce por falacia «Post hoc ergo propter hoc»: antecedente no significa causalidad– Conthe trae pertinentemente a colación estudios que analizaron los periodos históricos en los que se quemaron más brujas, cuando el clima adverso –la "mini-glaciación" que sufrió el hemisferio norte entre los siglos XIV y XVIII– redujo la producción de alimentos y diezmó a la población, males que se atribuyeron en varios juicios al poder maléfico de las brujas.

Con la misma falta de rigor también se atribuye a los gobiernos méritos en logros económicos o culpas en las crisis que son, aunque no siempre, frutos fortuitos de la coincidencia al heredar un contexto sobre el que apenas tienen capacidad de influencia. Conthe lo resume así: no debemos confundir coincidencia y causalidad. Y yendo un poco más lejos, al analizar las series de coincidencias, el enfoque científico consiste en buscar una explicación racional a fenómenos misteriosos, como los cinco accidentes de aviación en agosto de 2005, o los sesenta suicidios en Orange entre 2007 y 2010 (cf. E. Janvresse y T. de la Rue "La loi des séries hasard ou fatalité?"). La racionalidad en estos casos es recurrir siempre a la hipótesis más sencilla. Es lo que proponen Occam y Conthe. Eso es ir en solvente compañía.

*Economista y matemático