Atenerse a los hechos de lo que ocurre en el mundo del urbanismo significa en primer lugar interpretar la llamada de auxilio que late detrás de la actualidad. Oído el recado, lo consecuente es movilizar los compromisos de colaboración e intentar concretar iniciativas que de verdad no defrauden. Extramuros del estricto sector hay, obviamente, multitud de implicaciones, algunas determinantes como las de la esfera financiera, pero mirar fuera no puede distraer la obligación de arreglar el mal que se agazapa dentro de casa.

La gestión urbanística lleva demasiados años en el abismo de la quiebra de plazos. Se sabe y se acepta, a pesar de su extraordinaria gravedad pues conlleva el descrédito de los canales reglamentarios, cuestiona la función pública, actúa de estimulo directo de indisciplina e indirecto de posteriores legalizaciones. Los costos inducidos son disparatados, sociales, políticos, técnicos y empresariales. Hay preguntas, que pueden parecer fácilmente excesivas, pero que procede plantearse.

¿Estamos realmente seguros de que, procedimientos, plazos y normativa aplicable, sean ciertamente aplicables?, ¿por qué hay tanto que corregir?, ¿no queda más remedio que una escalada de fiereza en la disciplina urbanística?, ¿por qué las alegaciones a los Planes ya se cuentan por decenas de miles? ¿por qué resulta tan difícil promover la legalidad?. Como hipótesis de trabajo; prescindir de la presunción de racionalidad del marco técnico-político que administra el territorio es un ejercicio muy útil para indagar en el fondo de nuestra enigmática torpeza.

La figura del Plan General municipal es el centro alrededor del cual gravita toda la cosmología del sistema. Ocurre que luego hay que desarrollarlos hacia abajo, pero ya en su redacción el propio plan desconfía tanto de su futura gestión que elude riesgos transformándose en contenedor de ordenaciones con definición de detalle. Algo "contra natura" de su carácter genérico, dilatando plazos y conflictos. En sus obligaciones hacia arriba se revelan como seres permanentemente inadaptados a algo. Y allá, en su génesis, por la esencia del ámbito y el adjetivo de su financiación, se les impele a una racionalidad, a menudo, llena de sinrazones.

La incongruencia organizativa está ya tan íntimamente adherida al dominio de nuestras convicciones que posterga los hábitos de ver con objetividad que ocurre. Su funcionamiento se basa en movimientos "tipo ascensor", lineal de arriba abajo y de abajo arriba, históricamente bloqueados por la rigidez conectiva de los procedimientos y la cortedad e incompatibilidad de herramientas de ajuste. A mayores hoy, no sé ha integrado el impacto de la tercera revolución moderna (cartografía digital, telemática, "google maps", o los gis), de modo que en plena era ideológica de la red y la malla ya no se sostiene la camisa de fuerza de la vieja estructura piramidal.

Y si hay que retocar la arquitectura del sistema, bueno recordar el consejo de J.A. Coderch: mejor pocos materiales. Siendo difícil, sería deseable cristalizar una figura de síntesis. Un personaje central metodológicamente equidistante entre el proyecto de edificación, la ordenación detallada y el proyecto de urbanización, con tamaño, piezas y ámbito flexible. Muchas administraciones públicas lo llevan haciendo amparándose en su posición y buscando la legitimidad (alternativa al Plan) de arquitectos mediáticos.

Un formato fluido entre arquitectura y urbanismo, entre como se trabaja un edificio y un entorno urbano, que sume de modo creativo las diferentes disciplinas, el derecho, las ciencias medioambientales, el diseño o la economía. Un proyecto de reedificación urbana adecuado tanto para estimular nuevas propuestas, como para reparar un daño (estético, funcional o constructivo). Un marco flexible adaptable a las intervenciones de mejora en el territorio y en el patrimonio heredado.

El planeamiento supramunicipal y sectorial no puede escurrir por más tiempo su responsabilidad de orientar con sus obligadas indicaciones y directrices el uso sensato de los recursos de Galicia, la protección del medio natural y las estrategias de recuperación territorial. Un status emergente que demanda una cultura nueva. Mucho ayudará instrumentar mecanismos que con naturalidad e inteligencia canalicen el intercambio de contenidos y controles con los planes generales municipales y viceversa. Las adaptaciones deben plantearse desde supuestos verosímiles, con visos de poder compartir visión, requisitos y plazos.

E identificar con mejor fortuna el deseo social. La voluntad expresa (mayoritaria y amplia) es la razón de ser y quien legitima actuar sobre la materialidad y los aspectos más sensitivos del urbanismo. Quizás proceda desplazar el centro de gravedad de la participación, desde la mera alegación (un énfasis de la etapa preparticipativa) hacia la libertad de asumir ser coprotagonista a lo largo de los procesos. Invocar verdad, acuerdo y trabajo como hábito de trabajo de la función de habitar con responsabilidad.

Un habitar razonable y acompasado, sin demonizar la acción urbanística y confiado sin prejuicios en el creciente aroma de tierra. Precisamente nuestro territorio, rico en valores y asentada su recualificación, será nuestro mejor credencial y ayuda para hacer efectiva la incorporación de Galicia a la mejor Europa