La red que teje la pesca de Honduras

Enxeñería Sen Fronteiras Galicia y el Cetmar apoyan a 150 matriarcas del país centroamericano para crear “cofradías” que garanticen su soberanía alimentaria

Cuando Sergio Fernández pisó por primera vez Honduras podían contarse con una mano las ONG que no tenían pensado irse por la inestabilidad política y la falta de seguridad. Técnico de proyectos de Enxeñería Sen Fronteiras Galicia, su entidad apostó por esta tierra tras volcarse con El Salvador y Nicaragua; como quien da sus primeras brazadas en una piscina antes de echarse a la mar a nadar. “Fue una especie de entrenamiento para lo que vino”, cuenta, explicando que, tras aterrizar en 2008 en el país centroamericano con la prioridad de garantizar el derecho al agua de sus poblaciones, desplegaron un segundo programa orientado a la soberanía alimentaria. Primero se focalizó en el campo de la agricultura, desde 2010, tratando de desarrollar un modelo alternativo a los amplios frutales que unos pocos terratenientes controlan y explotan para cultivar melón y caña de azúcar. Años más tarde, en 2016, se extendió a su costa, trabajando con una asociación de pescadores artesanales que nació en los 80 para luchar contra la esquilmación promovida por ciertas multinacionales.

Ha pasado casi una década y, pese a padecer múltiples crisis en medio de la pandemia del coronavirus, el sector gana peso lentamente. Se está recuperando sin pausa de una severa oleada de mortandad que se cebó con los bivalvos del Golfo de Fonseca, en municipios como Amapala, Alianza, San Lorenzo y Marcovia, donde la agrupación ha colaborado y sigue prestando apoyo a las matriarcas de 150 familias, principales responsables del marisqueo.

“A día de hoy no tenemos claro qué es lo que sucedió, qué es lo que hizo que muriera tanto producto”, apunta Fernández, pero lo que está claro es que se sintió “un retroceso importante” en la calidad de vida de muchas comunidades que encontraban su sustento en moluscos como el casco de burro, las churrias o la concha negra. A este episodio que comprometió la alimentación de miles de habitantes, del que se empezó a tener constancia en 2019, le siguieron dos devastadores huracanes que, en menos de un mes a finales de 2020, impactaron en el litoral hondureño y se cobraron 270 vidas. El Eta y el Iota.

“Fue una situación difícil de explicar, inimaginable”, recuerda el especialista, pese a reconocer que la fuerza de los ciudadanos que sufrieron la tragedia en su propia carne les “contagió”, a él y a su equipo, e hizo que aflorasen con más arraigo las ganas de impulsar la pesca de la región. Meses después, ya en 2022, entraría en juego el Centro Tecnológico del Mar (Cetmar). Ambas entidades comenzaron a trabajar codo con codo para tejer una red que diese forma y reforzase la actividad.

Anticiparse para sobrevivir

Se están llevando a cabo distintos proyectos paralelos desde entonces. Uno de ellos, en el que están presentes Enxeñería Sen Fronteiras Galicia y esta institución dependiente de la Consellería do Mar, con sede en Vigo, tiene como objetivo confeccionar un sistema de monitoreo participativo con las mujeres de las comunidades pesqueras para anticiparse y evitar futuras catástrofes como la de hace cinco años, observando parámetros como la temperatura, el oxígeno, la salinidad, o el pH del agua donde se crían y crecen los bivalvos.

Formación sobre el monitoreo de bivalvos para investigadoras comunitarias

Formación sobre el monitoreo de bivalvos para investigadoras comunitarias / Coddeffagolf

“La idea es que ellas vayan recopilando estos datos y podamos tener un histórico que nos sirva para saber de antemano cuándo hay alteraciones en el ecosistema que pueden poner en riesgo los cultivos”, explica Guadalupe Martín, coordinadora de cooperación internacional del Cetmar. Conforme indica, las muestras recabadas se remitirán a los técnicos del Comité para la Defensa y Desarrollo de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca (Coddeffagolf), organismo autóctono con el que colaboran y encargado de su posterior análisis. A mayores, el Centro Tecnológico del Mar está contribuyendo a implementar una serie de mejoras para la captación y el engorde de los moluscos. Y participa en el diseño de un plan de acción que busca trazar una hoja de ruta consensuada con todas las instituciones y agentes del sector implicados que permita recuperar y gestionar los recursos disponibles en cada área.

Fernández, por su parte, avanza que en estos momentos se está habilitando un laboratorio en el que poder examinar todas las pruebas recolectadas, aprovechando el vacío de unas instalaciones ya construidas. Además, se pretende dotar a las poblaciones ribereñas de una aplicación móvil a través de la cual puedan alertar a las autoridades de posibles amenazas ambientales, estando también volcados en mejorar la seguridad jurídica de las mariscadoras.

El objetivo último, como en cualquier otro voluntariado o misión de cooperación internacional, es que un día ambas entidades puedan abandonar el país centroamericano a sabiendas de que su seguridad alimentaria está blindada; irse no por temor o miedo, sino por falta de necesidad. Para ello proporcionan a las hondureñas el conocimiento preciso, para prevenir desastres ecológicos a la vez que escalan sus producciones, además de restaurar algunas de las lagunas ricas en pescado que se desecaron con el paso de los temporales. “Se trata de que algún día no estemos”, recalca el técnico de proyectos de Enxeñería Sen Fronteiras Galicia, haciendo hincapié en que otra de sus prioridades actuales se contempla en las solicitudes que están remitiendo a los municipios donde actúan para delimitar las zonas de siembra y que se rijan por concesiones, “como si creáramos cofradías”.

“Es importante que los proyectos que realizamos no estén aislados o alejados de lo que pasa en Galicia”, insiste Fernández, que destaca que ya han venido mujeres del Golfo de Fonseca a conocer el sector pesquero gallego y el siguiente paso será, al menos lo intentarán, hacer esa visita a la inversa. En una tierra que padece en su piel los peores vestigios del cambio climático, encadenando religiosamente seis meses de lluvias torrenciales y seis meses de sequía, “que hoy exista un puente hasta el otro lado del charco es imprescindible para que mañana haya futuro”.

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