IN MEMORIAM

Para mi padre: Manuel Lagoa Barros

Lagoa Barros ejerció como presidente del Alondras, fue directivo del Celta y director del astillero Santodomingo

Manuel con su mujer, Angeles Santodomingo

Manuel con su mujer, Angeles Santodomingo

Roberto Lagoa

Estos últimos días oía sonar el viento y el eco de las olas anunciaba que los astros serían propicios par la partida. Tras el invierno de cuantiosas lluvias, hace unos días el sol se alzó dando tregua al invierno abriendo una ventana en honor a mi padre, y dando una señal de vida, iluminó nuestras Rías con sus rayos, preludio del momento elegido por la inmensidad, para que mi padre zarpara en su barco desde esas dos rías la de Vigo y la de Aldán, perfecto escenario que sirven de testigos para poder retratar su vida.

La ría baña Cangas donde discurrió su niñez, y unos años después el destino le hizo cruzar las aguas azules de la  ría donde encontró en Vigo su amor, mi madre, su apoyo en todo, su alma que le completa, porque nadie podría entender quien es mi padre sin ella. El eco sigue sonando Maruchiii.

Al otro lado de la Costa de la Vela, sirviendo como cordón umbilical familiar de nuestra historia, la playa de Menduíña en Aldán, donde todos disfrutamos nosotros con él en su lancha de recreo donde muchos niños montaron por primera vez felices, esa gran familia de la playa, en ese lugar idílico que eligió para enseñarnos sobre la vida; paraje que ya es leyenda, y que todavía al visitarla, si te fijas bien y oteas por la tarde el horizonte, ves su sombra pasear a ritmo, contando los pasos y metros de arena que sigue recorriendo .

Hace muy pocas horas mi padre partió con su embarcación hacia la inmensidad de la ría, y aunque lo echamos todos de menos, sabemos que su rumbo es correcto. Es una travesía dolorosa  para nosotros los que lo despedimos desde el muelle, pues todavía nos queda luchar en esta ría, la vida, contra el viento del norte, las mareas y las nieblas, si esas que mi padre me enseñó que no entran en Menduiña nunca, y que nosotros también le enseñamos a nuestros hijos, como parte del legado que nos dejó, y que nos hace disfrutar con sus recuerdos.

Para ese viaje del que hoy partió, y durante noventa y dos años, llenó varios bidones de recuerdos, amor  y cariño,  combustible mas potente y poderoso que ningún otro, y lo hizo con la convicción de asegurarse de  que su nave llegaría a su destino, ese, donde están las buenas personas, ese, donde descansará tras la travesía, a la espera de que nosotros vayamos a acompañarlo.

En la botadura de todo barco, él lo sabía muy bien, después de muchos años trabajando en el astillero Santodomingo, debe estar todo bien atado para que el barco pueda navegar, y él durante muchos años preparó la botadura de su nave, y se encargó de prepararlo todo, para su partida cuando no estuviera, enseñándonos algo fácil de decir pero difícil de obtener, siendo bien simple, como  disfrutar tumbándose al sol en su lancha, de la simplicidad de resolver un crucigrama, de la música de opera, de estar siempre con su  familia y amigos, de saltar en las olas con su lancha, subir a una montaña rusa, esquiar en la ría, o correr detrás de una fanfarria, para entrenar al día siguiente, porque el cuerpo las hace y el cuerpo las paga, en una palabra saber vivir,  y ser buena persona.

No os oculto, que en esos bidones de recuerdos para la travesía que antes os dije, os aseguro que en gran  parte contienen futbol, su pasión, con su Alondras y su Celta, sus equipos que le acompañaran siempre en su travesía para su entretenimiento.

Bueno, oigo sonar las sirenas, el barco pertrechado espera su salida. Toda la familia lo arropa arremolinados en piña en el muelle. En Galicia sabemos lo que es ver partir a un barco a la mar, y ahora que oímos pararse el tiempo, y el sonido de levar anclas, las lágrimas  caen calientes sobre el suelo del muelle junto a los estáis que descuelgan los amarres, y con pena y dolor, dejamos que se vaya alejando del puerto , poco a poco, como la marea que baja desde la pleamar. Y con todos los recuerdos y nuestro amor le despedimos hasta su regreso en el infinito donde quiera que vayamos, allí nos veremos, cuídate, y cuida de nosotros como siempre hiciste. Adios, hasta el próximo puerto. Tu mujer, tus hijos, nietos y amigos que te quieren, un beso, ese que siempre nos pedías para irnos a la cama.