Con más de tres décadas de trayectoria política, Abel Caballero atraviesa su momento más dulce. Él mismo reconoció hace unos días que su etapa como diputado nacional y autonómico, ministro de Transportes y presidente de la Autoridad Portuaria había sido un aprendizaje para desempeñar el puesto en el que más cómodo se siente. Vive para ser alcalde. No se toma vacaciones y convierte en personal cualquier recorte o reforma que pueda dañar a la ciudad. Tras un primer mandato en coalición con el BNG y un segundo gobierno en minoría desde 2011, el socialista disfrutará de otros cuatro años en Praza do Rei en una posición mucho más cómoda. La mayoría absoluta le otorga la ansiada libertad para gestionar sin necesidad de pactos con la oposición.

Los electores vigueses pusieron ayer en sus manos la victoria más rotunda otorgada nunca a un partido, un dato histórico que le servirá a nivel personal para librarse de la que ha sido su borrón más notable en una intensa trayectoria: la derrota electoral frente a Manuel Fraga en 1997 cuando se presentó como candidato del PSdeG a la Xunta.

Tras un parón de cinco años en los que regresó a su despacho de catedrático de Economía de la Universidad de Vigo, Caballero retomó la vida política en septiembre de 2005 como presidente de la Autoridad Portuaria y supo aprovechar la oportunidad para reinventarse como líder local. Su independencia por encima de las siglas del partido -llegó a nombrar persona non grata a Joaquín Almunia en 2013- y su férrea defensa de Vigo frente a la Xunta y el Gobierno central le han permitido ganarse a los vigueses y movilizarlos de forma masiva contra la fusión de las cajas, en defensa del aeropuerto -una de sus banderas-, y del partido judicial. Llegó a la Alcaldía en 2007 con un perfil más profesional y de despacho, pero en estos ocho años se ha ganado a la calle. "No hay nada como ser alcalde", reconoció en el cierre de campaña.