El juicio de la pianista de Puigcerdà (Girona) denunciada por su vecina por las constantes molestias que le ocasionaban sus ensayos ha llamado la atención de todo el país esta semana por la condena solicitada: siete años y medio de prisión para ella y sus padres. La fiscal, al final, ha rebajado a veinte meses de cárcel su petición de pena al considerar que los acusados intentaron adoptar medidas paliativas, pero el caso ha llamado la atención sobre los conflictos entre vecinos por los ruidos. En la ciudad, los vecindarios parecen ser tolerantes o respetuosos, ya que solo se ha solicitado la mediación de la Policía Local en diecisiete casos en lo que va de año.

Las pisadas con tacones por la noche o a primera hora de la mañana; lloriqueos, ladridos e incluso olores producidos por perros; el agua de la ducha cuando los vecinos están durmiendo; la caída de objetos, como juguetes; correteos de niños; cenas de amigos con la música alta; la puerta del ascensor al cerrarse; o la bajada abrupta de las persianas son algunos de los sonidos que ocasionan estas llamadas a las autoridades. En los últimos tiempos, nadie se ha quejado por los ensayos de músicos.

Los agentes explican que "no se puede dar tratamiento de denuncia" a estos casos. Prefieren abordarlos como un servicio de mediación en favor de la convivencia. Estas cuestiones no terminan en sanción administrativa, entre otras cosas, por la dificultad de medirlas de forma objetiva. El sonido que genera un local suele ser constante y se puede medir acústicamente para luego comprobar su licencia y, si excede los decibelios permitidos, abrir un expediente sancionador. En cambio, los ruidos domiciliarios suelen ser esporádicos. La Policía reúne los datos hablando con el que dice sufrirlos y, luego, con el que supuestamente los genera. Además, se hace un seguimiento en los siguientes 15 días.

Solo con las molestias producidas por animales de compañía los agentes pueden tirar de normativa: los estatutos de la comunidad de vecinos, para comprobar si están permitidas las mascotas. De no ser así, el caso es susceptible de llegar a los juzgados. Al resto, les dan consejos: calzarse los tacones en la puerta del piso; poner una alfombra en la zona de juegos de los niños; ducharse en el baño del pasillo en vez del de la habitación, porque no suele colindar con las habitaciones donde duermen los vecinos... Con estas intervenciones, se solucionan alrededor del 90% de los casos.

El perfil habitual de la persona que recurre a las autoridades por este motivo es el del que ha soportado episodios semejantes con anterioridad y ha llegado a su límite de tolerancia.

Las denuncias domiciliarias suponen alrededor de un 15% de las que la Policía Local recibe por contaminación acústica. El resto corresponden a los ruidos que causan las actividades de diversas industrias y establecimientos, donde la palma se la llevan los locales de hostelería.