Hace algunos años, antes de la crisis, se cumplía la ecuación de MÍA (Master in Business Administration) en el presente, directivo en el futuro. Tener un trabajo asegurado. ¿Quién no pagaría por ello? Los licenciados se embarcaban en un curso que les garantizaba un buen puesto si la escuela elegida para cursarlo era de referencia y las españolas IESE, IE Business School y ESADE figuran entre las mejores 25 del mundo.

Los gallegos también apostaron, y apuestan, por la formación en estos centros para incorporarla a un currículum en el que un grado superior se revela insuficiente, a la vez que reciben enseñanzas acordes con unos tiempos en los que, afirman los expertos, se demandan nuevas habilidades, como más creatividad, un reto al que las escuelas de negocios intentan responder.

Según explican desde ESADE, dependiente de la Universidad Ramon Llull, en los últimos 30 años cerca de 600 gallegos han escogido sus clases, mientras que, desde IESE, el presidente de la Agrupación Territorial de Alumni, Luis Fernando Quiroga, añade unos 480 conciudadanos que desfilaron por las aulas del centro dependiente de la Universidad de Navarra, desde José María Arias, vicepresidente del Banco Popular, a Honorato López Isla, exvicepresidente de Fenosa.

Con todo, y pese a que las escuelas siguen presumiendo -sobre todo las citadas, que reciben a alumnos de todo el mundo- del elevado porcentaje de incorporaciones de sus pupilos, están reconvirtiéndose a la formación de emprendedores, como explica el pontevedrés Roberto Castro.

Claro que el reto, subraya, no es solo enseñar a montar empresas y a gestionarlas, sino a hacerlo desde una "mayor vertiente humanista", donde "los valores y la ética estén por encima de todo", una postura que comparte el empresario Luis Fernando Quiroga. "Pasando de la competencia a la cooperación; no todo es válido a corto plazo", proclama Castro. ¿Desaparecerían las crisis si los futuros directivos estuviesen formados con estas ideas?

"Mi empresa cerró con la crisis y el máster me devolvió al mercado laboral"

Desde que se licenció en Económicas y Empresariales por la Autónoma de Madrid, Roberto Castro se convirtió en empresario, vivió directamente, en sus propias carnes, el auge y la caída del imperio inmobiliario y salió del paso haciendo un curso superior de estudios financieros de ESADE. "Tenía una sociedad de tasación y trabajaba sobre todo con Fadesa. Cuando cerró Fadesa, cerré yo también", explica. Durante esa época dorada "trabajaba todos los días, domingos incluidos, y ganó "mucho dinero".

"No me compré el Porsche Cayenne, por eso ahora puedo vivir tranquilo", bromea. Y pudo tomarse el año "sabático" para realizar el curso que le interesaba de ESADE y volver a ponerse en el mapa laboral. "Fue en 2008, intenté retomar mi formación académica, abandonar un poco el tema inmobiliario, pero la cosa estaba complicada", explica. El curso le permitió "engancharse" a un tren casi perdido. Ahora se ha diversificado: "Sigo dedicándome a temas inmobiliarios pero también a asesoría financiera, que es donde hay algo de trabajo, asesorando a la gente cómo tiene que invertir su dinero".

Las buenas referencias de ESADE influyeron en su elección, y el que le pusiera en contacto con empresarios y directivos de otros países. Porque los vínculos con las escuelas de negocios no se acaban al finalizar el curso. Los que fueron alumnos siguen conectados, demostrando, una vez más, que una de las claves para triunfar son los contactos. "Lo más importante que tienen las escuelas de negocios es el networking, el seguir en contacto con la gente que está ahí, porque puede abrirte puertas", explica. De hecho, entre un 30 y un 40% de su negocio viene de ahí.

Con todo, advierte que hacer un curso en una de estas instituciones "no quiere decir que puedas encontrar trabajo". "Hace años, con el título bajo el brazo, ya podías entrar en una gran empresa, y ahora no, porque no hay trabajo. Por eso las escuelas están girando hacia la formación de emprendedores, fomentando la creación de empresas desde el principio, más que de directivos", explica. A su juicio, "sin la experiencia real de ser emprendedor, puedes tener miles de títulos y no trabajo". En las nuevas aulas, más que gestión o contabilidad se enseña, "a conocerse a uno mismo" y tomar decisiones mediante casos concretos. "Porque a veces, como en un despido, el corazón te dice una cosa y la cabeza, otra", alega.

Ante los que se planteen seguir su ejemplo, su consejo es claro: "Tal y como están las cosas, lo primero es, aparte de tener idiomas, que se busquen un trabajo un par de años, que se breguen un poco, antes de meterse en un curso de una escuela de negocios. Porque si acabas y sigues con formación, te falta vidilla. Y en el mercado de trabajo ya no quieren tanto título, sino más habilidades".

"Era director general cuando hice un curso de formación de altos ejecutivos"

Aunque no se considera a sí mismo un "ejemplo" de la escuela de negocios IESE (Instituto de Estudios Superiores de la Empresa), preside la Agrupación Territorial de Alumni de la institución en Galicia desde hace varios años. Para Luis Fernando Quiroga, presidente de tres empresas familiares relacionadas con la explotación eléctrica, esta implicación es símbolo del "aprecio" que siente por la formación que la entidad ofrece a los directivos. "Sobre todo en estos tiempos complejos que atraviesa el mundo de la empresa en un entorno económico lleno de dificultades políticas, sociales, éticas y de competitividad global", matiza.

"El futuro que se avecina demandará mayor número y directivos mejor formados", recalca, pero también la sociedad "demandará a toda la clase dirigente mayores responsabilidades, competencias, visión de riesgos, conocimientos económicos y habilidad de dirigir a personas". Sin olvidarse, resalta, de "honradez y ética".

Para Quiroga, en esta tarea escuelas de negocios como IESE tienen mucho que decir. Por eso, aunque ya se había formado como ingeniero y economista y era director general de Explotación de Fenosa, en 1983 realizó el primer Programa de Formación de Altos Directivos de IESE que se hizo en Galicia. "Mi único lamento fue no haberlo hecho antes, ya que ofrece una perspectiva de la dirección de empresa estrechamente ligada a las realidades del momento", admite.

No solo en el sentido, explica, para saber cómo hacer a una compañía "competitiva, productiva, rentable y sostenible", sino también para "dar un servicio necesario a la sociedad para cubrir sus demandas" y "proporcionar crecimiento y empleo". Todo ello, destaca el también presidente de la Fundación Aquis Querquennis (que recibió uno de los Premios de la Cultura de la Xunta), a través de una gestión "amparada en valores éticos".

"En los tiempos difíciles que impone la globalización y la competencia se requieren organizaciones empresariales y formas de dirigir diferentes a lo que hasta ahora hemos conocido", defiende este empresario, que está convencido de que "la calidad de la dirección futura de nuestras empresas gallegas determinará no solo su éxito, sino el crecimiento y la recuperación de nuestra economía". Son los argumentos que utiliza para justificar que "España necesita más que nunca la colaboración y apoyo y fortaleza de las escuelas de negocios".