El precio del petróleo tocó ayer los 108 dólares por barril en Londres y se acercó a los 94 en Nueva York, precios que no se alcanzaban desde 2008. Es el reflejo en los mercados del crudo de la situación en Libia, uno de los principales productores mundiales y también uno de los suministradores cualificados de España. El caos libio amplifica la alarma energética que ya ha había sonado en las últimas semanas por las tensiones y revueltas en distintos países de Oriente Medio y del Magreb. España se juega mucho en una región donde, además de petróleo, compra gas natural.

Ante la evolución de los acontecimientos en Libia, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, reunió anoche a su gabinete de crisis. Presumiblemente, el impacto de la crisis en el sistema energético nacional fue uno de los asuntos que se abordaron. De Libia procede casi el 13% del petróleo que se trata en las refinerías españolas. El país del sátrapa Gadafi fue en 2010 –según datos hasta noviembre, de la corporación Cores– el tercero que más crudo exportó a España (detrás de Irán y Rusia) y las compras aumentaron un 33% sobre 2009.

Pese a esa exposición al problema libio, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, declaró que la seguridad de suministro no está comprometida, que la diversificación del origen de las importaciones de crudo dan a España capacidad de maniobra. "El problema es el precio", dijo. Ahí, el Gobierno no puede más que estar "vigilante" ante lo que ocurra en los mercados internacionales y Sebastián dio a entender que al Ejecutivo le preocupa y mucho el impacto que pueda tener un aumento de la factura energética en la frágil recuperación de la economía nacional. Tanto que el Ministro afirmó que "probablemente" el Gobierno deba reforzar los planes de ahorro energético si se consolida la subida del petróleo. Sebastián aludió a la necesidad de mejorar la eficiencia, controlar iluminación, calefacción, velocidad en carreteras o promover el transporte público.

Por ley, el sistema energético español está obligado a disponer de unas existencias mínimas (reservas) de petróleo equivalentes a 92 días de consumo. Las de gas natural son menos generosas (20 días como máximo).

Libia también suministra gas a España, aunque en proporciones modestas. La preocupación en el caso de este combustible está centrada en Argelia, que también se ha contagiado de las tensiones de la región. El país aporta casi un tercio de todo el gas natural que necesita España. Como ha destacado últimamente el presidente de Enagas, Antonio Llardén, el 55% del gas que consumen la industria y los hogares procede de productores que de la convulsa orilla sur del Mediterráneo (Argelia, Egipto y Libia) y de otros que usan para el transporte del combustible el Canal de Suez (Omán, Qatar y Yemen).

De la importancia capital del gas natural para la economía española da cuenta que este hidrocarburo cubre el 25% de la energía primaria que consume el país y sostiene un tercio de la producción de electricidad a través de las centrales térmicas de ciclo combinado.

Los precios del petróleo y del gas natural están conectados. Si sube el primero lo hace también el segundo. España está así doblemente expuesta a que el déficit de su balanza energética se dispare. Solo en 2009, el aumento de la cotización del crudo supuso 6.000 millones y fue el propulsor principal de la inflación, que acabó el año en el 3%, con la economía estancada. Nuevas subidas de los combustibles podrían elevar aún más la inflación, comprometiendo la competitividad de las empresas y alimentando el riesgo de una subida de tipos de interés que el BCE ya ha dejado caer.

Por el momento, uno de los primeros impactos económicos del caos libio lo ha recibido Repsol. La petrolera española, al igual que otras multinacionales, ha suspendido sus operaciones en Libia por la situación de violencia. Repsol tiene allí 20 empleados y el 3,8% de su producción de crudo. Gadafi también impactó en la bolsa, con una caída del 1% en el Ibex 35.