-¿Continúan sus hijos la tradición ecuestre de la familia?

-Yo intenté inculcárselo desde siempre pero no te creas que por tener caballos en casa es fácil. El otro día uno de nuestros socios, que está cerca de los 90 años, con cinco hijos y varios nietos, nos dijo que nadie seguía esa tradición. Incluso te puedo decir que, a veces, si los empujas es hasta peor. Todos fuimos jóvenes y siempre se trata de llevar la contraria, ¿no?

-¿Funciona la oferta de rutas de la agrupación?

-Siempre funcionó, aunque en esto también hay modas. Antes se hacían las rutas, lo típico, de salir y volver a caballo. Hoy es eso de ir, por ejemplo, junto a los amigos de Gondomar donde necesitas contar con remolque. Antes no existían esas comodidades, salías de montura y volvías de montura. Este fin de semana, por ejemplo, viene mucha gente de fuera a la Ruta de Zobra y les devolvemos la visita cuando las organizan ellos.

-¿Hasta qué punto puede condicionar el mal tiempo a una ruta como la de Zobra?

-Si te soy sincera, en nada. Para nosotros es más problemático el calor porque el animal sufre más, suda y corre el riesgo de deshidratarse. Estos veranos muy calurosos tienes que evitar las horas centrales porque el animal lo pasa muy mal. Y, al contrario de lo que piensa la gente, el caballo va mucho más cómodo en días de invierno. De todas formas, el viento les molesta un poco más que la lluvia porque los desorienta mucho. Los caballos son muy delicados y se pueden deshidratar enseguida. Si no encuentras donde poder beber te puedes encontrar con un problema.