La primera edición del Trofeo Rías Baixas sirvió para ver en acción a dos equipos que tienen sellada a fuego la palabra ascenso en su software futbolístico. Pontevedra y Celta brindaron un partido políticamente correcto, sin salirse del guión. Los primeros intentando hacer frente desde un posicionamiento defensivo sobrio, y los otros, intentando por medio de una rápida circulación de balón encontrar los espacios que le permitiesen conseguir un triunfo casi impuesto de antemano.

Paco Herrera quiso aprovechar la oportunidad para observar a los jóvenes. Dio entrada en el once a jugadores como Pablo Pillado, Diego o Víctor Vázquez dentro de un 4-3-3 nítido en su dibujo pero no tan clarividente en su desarrollo. A los vigueses les costó mucho combinar, salvo cuando el balón pasaba por los pies de Borja Oubiña. Su capacidad para jugar en un solo toque fue de lo mejor que ofreció su equipo en toda la primera mitad. El dinamismo de Natxo Insa permitió a su equipo encontrar muchas soluciones en la circulación, aunque todo se nublaba en el último cuarto del campo.

Ofensivamente, un cabezazo de Mario Bermejo tras un buen servicio de Dani Abalo desde la izquierda, así como un disparo de Joan Tomás que obligó a lucirse a Adrián, fue el bagaje expuesto por los vigueses, a los que se le veía jugar con una marcha menos de la que sería del agrado de su entrenador.

No estaba el Pontevedra dispuesto a asumir el papel de comparsa. Se encomendó a los contraataques para meter el miedo en el cuerpo a los celestes y lo consiguió por varias veces. Con Douglas como punta de lanza, los de Milo Abilleira dispusieron de dos buenas situaciones para marcar, pero ya fuese por precipitación o por acierto de Sergio bajo palos, las ilusiones se fueron al limbo manteniéndose el empate sin goles a la llegada del ecuador.

La entrada de David Rodríguez tras el descanso cambió el guión establecido. Durante los quince primeros minutos el Celta optó por dos puntas natos, con Bermejo como socio del talaverano, la verticalidad viguesa fue en aumento a la misma velocidad que el Pontevedra perdía el balón en cada posesión.

La entrada de Jota por Bermejo cedió más espacio a David Rodríguez en el ataque. Desde una posición más centrada volvió loca a la pareja de centrales del Pontevedra. Además, la sociedad que el delantero creó con Joan Tomás fue el clavo al que se agarró el Celta para poderse llevar algún bocado en forma de gol.

El cambio de dibujo de los celestes les permitió crear una superioridad en la zona medular que terminó por exasperar a los granates. Desde su posición en el pasillo del diez, Jota volvió a reivindicarse como un canterano a tener muy en cuenta, aunque volvería a ser un desmarque de ruptura de Rodríguez el principio del segundo tanto. Joan Tomás leyó a la perfección el movimiento marcado por su compañero para habilitarle con una diagonal hacia el costado izquierdo que el delantero prolongó al segundo palo para que Toni marcase prácticamente a placer.

Restaba poco menos de media hora por delante. Fue entonces cuando el Pontevedra recuperó brío. Sería difícil calibrar en qué medida tuvo que ver en ello la relajación céltica, pero lo cierto es que el Pontevedra empezó a llevar el balón más cerca de la portería de Sergio. Tampoco hay que restarle trascendencia a la mayor cantidad de jugadores de refresco que utilizó Abilleira. Ello le otorgó un vigor que, a base de recuperaciones de balón, le catapultó hacia adelante.

Manu Barreiro, jugador llamado a marcar diferencias en tercera división la próxima temporada, obligó a Sergio a aplicarse tras un bonito cabezazo. Parecía como si los granates quisieran hacerse notar en lo que estaba siendo un monólogo de su rival. Lo cierto es que ese desvío de Sergio derivó en un saque de esquina que Túñez no acertó a despejar y su espalda prolongó a la red un balón que parecía a priori inofensivo.

Tocaba defender el marcador y el Celta lo hizo de la mejor manera que podía hacerlo, y esa era teniendo el balón y haciendo que circulase sin vacilaciones. Por momentos lo logró, sobre todo cuando el balón caía a la zona de banda izquierda. Allí Jota impuso su calidad, ya fuese en combinaciones o en conducciones. Natxo Insa y Joan Tomás daban soluciones a la salida desde atrás y el equipo pareció encontrarse cómodo. El Pontevedra no pudo ni hacer amago de volver a acercarse al área. El balón no era suyo. El Celta lo había guardado para no entregarlo más.