El mes de octubre es un continuo examen para el Pilotes Posada. Sin tiempo de curarse de la dolorosa primera derrota de la temporada en Pontevedra (donde no ganan desde hace diez años y les persigue un extraño maleficio), los de Quique Domínguez comienzan a preparar la visita a Vigo del Badajoz, un recién ascendido que se ha convertido en la gran sorpresa de este arranque de competición. Los extremeños –después de cuatro victorias, un empate y una derrota– están a sólo un punto de los vigueses en la clasificación y han conseguido algo si cabe más importante como es lograr que el balonmano haya calado en la ciudad hasta el punto de convertirlo en el deporte de moda por encima incluso del fútbol.

En Vigo no ha terminado de cerrar la herida del municipal pontevedrés. El penalti fallado por Cerillo a quince segundos del final –podía haber supuesto el triunfo de los académicos en una pista maldita para ellos y terminó por convertirse en la antesala del gol del triunfo para el Teucro– ha obligado a digerir un fin de semana amargo que esperan quitarse de encima este fin de semana ante los pacenses. El triunfo sería esencial porque permitiría a los de Domínguez comenzar a abrir una brecha con sus inmediatos perseguidores en la clasificación y permitiría saldar con nota alta un tramo de la competición infernal en el que los de Domínguez se habrían pegado con buena parte de los grandes easpirantes al ascenso como son el Anaitasuna, Pozoblanco, Frigoríficos, Teucro y Badajoz.

El partido supondrá la reaparición en Vigo de Rubén Montávez que ya jugó el pasado fin de semana en Pontevedra y que llevaba dos semanas fuera de los planes de Quique Domínguez.

En las filas de Badajoz llegará a Vigo un viejo conocido de la afición viguesa, el extremo húngaro Bosze que defendió en dos etapas diferentes la camiseta del conjunto rojillo.