Nunca contemplé esta situación, ni tan siquiera que los emisores de tal mal despertar fueran, con un intervalo de menos de cinco minutos, Elvira y Manel.

No entendí que te ibas. O que te habías ido. No lo asimilé.

Han pasado horas. Sigo sin comprender. Quiero asumirlo. O no quiero.

Me cuesta entender que ya no podré preguntarle a Alba "¿cómo está el gordo?" -con ella siempre me refería a ti como "gordo", ¿sabías?- y no cerrar la conversación diciéndole "lo voy a llamar, tengo muchas ganas de verlo".

Que pena, Emilio. Te has ido y no te he llamado. Ya no puedo seguir disfrutándote, al menos aquí.

Me queda, menos mal, poder seguir viviendo nuestro último encuentro otoñal en la playa de Arealonga. "?Ay, si un día para mi mal viene a buscarme la parca. Empujad al mar mi barca con un levante otoñal y dejad que el temporal desguace sus alas blancas?"

Hasta pronto, compañero de alma. Compañero.

*Publicista