Balaídos volvió a entonar el "fútbol de salón" cuando Quique Setién vio que a su Betis se le esfumaban las opciones de sumar algo positivo en su visita a Vigo ante un rival que se había encomendado a los goles de Aspas y de Maxi Gómez. Esta vez, Juan Carlos Unzué le había ganado la partida de ajedrez -el técnico cántabro es un apasionado de este deporte- con una estrategia inesperada en un equipo que presume de disfrutar con la posesión del balón. El Celta se lo regaló al rival con la intención de aprovecharse de sus errores. Con estos tres puntos ante los béticos, Unzué se convertía este pasado lunes en el mejor debutante en el banquillo del Celta de los últimos quince años. El técnico navarro se ha quedado a dos puntos, después de veintiuna jornadas de Liga, de los 33 que obtuvo el equipo que en el curso 2002-03 entrenaba Miguel Ángel Lotina. Con el preparador vasco, los célticos lograron su primera, y por el momento única, clasificación para la Liga de Campeones. Con el navarro, aspira a regresar a la segunda competición europea que tan buenos recuerdos dejó en 2017. El celtismo vuelve a sentirse orgulloso de su equipo y feliz por la buena imagen que transmite, como no ocurría desde la marcha de Eduardo Berizzo.

Juan Carlos Unzué Labiano (Pamplona, 22 de abril de 1967) regresó a Vigo a finales de mayo del año pasado para convertirse en el relevo de Berizzo. Sin experiencia como primer entrenador en la máxima categoría, donde había cosechado grandes éxitos a la sombra de Luis Enrique Martínez, Unzué se veía obligado a padecer las comparaciones con su homólogo por parte de la afición celeste.

Berizzo, en cambio, protagonizó un peor arranque como entrenador del Celta, que venía de cerrar una buena campaña con Luis Enrique Martínez y los refuerzos en la plantilla llevaban a la afición a soñar con metas más ambiciosas que la simple pelea por la permanencia. A pesar de todo, el argentino alcanzó los 24 puntos en la vigésimo primera jornada de Liga con el conjunto celeste, que se situó décimo.

A su antecesor, Luis Enrique Martínez, le había costado incluso más esfuerzo poder levantar un proyecto deportivo que estuvo a punto de naufragar un año antes, el del retorno a Primera División. El técnico asturiano, con el que trabajaba Unzué, se plantó en la jornada vigésimo primera con 22 puntos y en la decimotercera posición, tan solo con dos puntos más que Paco Herrera. El entrenador del ascenso a Primera, sin embargo, no pudo completar su estreno en la élite con el Celta.

Para encontrar otro debutante en el banquillo del Celta en Primera hay que retroceder década y media. En el curso 2002-03, Lotina sustituyó a Víctor Fernández. Del fútbol de salón se pasaba a un juego más rudimentario y práctico, pero que dio excelentes resultados al Celta. En la jornada vigésimo primera, el equipo de Lotina sumaba 33 puntos y era quinto. Finalizaría cuarto y con derecho a disputar la máxima competición continental por primera vez en la historia del club.

Unzué no lo tuvo fácil en su debut en la élite, pues al equipo vigués no le acompañaron los resultados, aunque sí el buen juego. Había diferencias en cuanto al estilo anterior, como pasar de una defensa con marcajes fijos a una zonal, además de asumir muchos riesgos en la salida del balón jugado en corto desde la portería. Pero el Celta seguía transmitiendo el gusto por el buen fútbol que tanto aprecian en Balaídos.

Las derrotas alargaban cada vez más la sombra de Berizzo, mientras que el discurso de Unzué tampoco convencía a la afición tanto como el del argentino.

Las referencias de Unzué a su homólogo en el acto de presentación como nuevo entrenador del Celta fueron un claro guiño en busca de complicidad con el celtismo que no surtió efecto: "Por qué no vamos a soñar. Berizzo dijo un día aquella frase sobre que el soñador y el sueño que se encuentran y yo me siento identificado con ella. Muchos sueños en mi vida se han dado y por qué no se van a dar ahora estos. El Celta tiene que aspirar a todo, esa es la intención". Unzué está en ello, los números avalan su trabajo y sus ilusiones.