El Celta pasó veinte minutos en ese cielo que promete Unzué, que persiguen sus jugadores y con el que sueñan los aficionados. Veinte minutos para el recuerdo, los mejores de la temporada, llenos de electricidad y acierto, un generoso manantial de juego que hizo trizas al Athletic para acabar con catorce años sin victorias en Balaídos sobre el conjunto bilbaíno. Porque no hay mejor antídoto para las maldiciones que el buen juego. Así se hace más fácil espantar a los fantasmas y a los peores demonios. El Celta aplicó esta máxima para agigantar las grietas con las que llegaba el Athletic a Vigo y de paso convencerse de que esa "idea" a la que alude Unzué de forma insistente en sus comparecencias públicas no es solo fruto de su imaginación. Ayer se pudo comprobar. Ese mundo delicioso, en el que el talento reina por encima de todo, existe. Allí vivió el Celta durante ese primer tiempo. Los vigueses trituraron al rival en un desparrame de toque, verticalidad y contundencia que volvió a cubrir de gloria a Iago Aspas. El moañés anotó dos tantos para convertirse en el sexto jugador en la historia que alcanza el centenar de goles con la camiseta del Celta. Palabras mayores para un futbolista que estará para siempre en el libro de oro del equipo de su vida. Su actuación puso la guinda a un día en el que el Celta alejó parte de los nubarrones que habían dejado sus últimas actuaciones.Aún le queda trabajo para despejar su cielo, pero al menos ya sabemos que conoce el camino.

Porque esa tierra prometida de la que habla Unzué existe. El Celta la visitó ayer en el tramo que va desde el minuto 15 al 35 del partido. Un tiempo delicioso que resolvió un partido que se anunciaba tan doloroso como una visita del inspector de Hacienda. Siempre lo es cuando el Athletic pisa Balaídos. Sin embargo ningún sortilegio pudo ayer con el mejor Celta de la temporada que asumió pronto el control del partido y atrajo al Athletic a jugar a campo abierto para hacerle un nudo con esa circulación rápida y precisa que nace en su propia área y que cuando sale según la dibuja el técnico en su pizarra se convierte en una obra única, de esas que no se cansa uno de ver repetida. Un cabezazo imposible de Sergi Gómez -uno de los hombres de la temporada en lo que va de Liga- a centro de Pione Sisto fue el toque de corneta al que respondió todo el equipo. Lo que sucedió a partir de ese momento se acercó mucho a eso que busca el Celta desde que Unzué se hiciese cargo del equipo. Circular rápido, romper líneas de presión, generar superioridades y no dejar al rival capacidad para recomponerse.Es cierto que el Athletic está en un momento delicado, pero el Celta no le dio ni tiempo para comprobar la gravedad de sus heridas. Antes de darse cuenta ya tenía otra tajazo en el vientre. Fueron unos instantes en los que los tres centrocampistas del Celta parecían tener el doble de pulmones que sus rivales. Tucu, Lobotka y especialmente Wass fueron un torbellino en la recuperación y en la salida del balón. Ellos se comieron al endeble centro del campo bilbaíno y le anularon cualquier esperanza de sacar la cabeza del agua en busca de algo de aire. En medio del jolgorio emergieron las piernas de Iago Aspas para confirmar lo temible que resulta en el área. Resulta algo aburrido el debate sobre su posición. Iago comienza las jugadas en el costado derecho, pero las termina donde le da la gana, donde le llama ese instinto depredador que habita en él. Ayer sucedió así en dos acciones casi consecutivas que le sirvieron para firmar un nuevo doblete en su carrera. En la primera recibió un balón largo de Fontás para poner en evidencia a Núñez. El moañés ganó la carrera y ajustó el remate con la precisión de un cirujano para marcar el 2-0. Y tres minutos después llegó la cumbre del partido, una secuencia de paredes, amagos, dejadas y artificios que llevaron la pelota a la banda derecha donde Wass tuvo todo el tiempo del mundo para avisar de sus intenciones. El danés puso un centro maravilloso al corazón del área donde emergió Iago Aspas como un trueno para cabecear a un rincón. Su gol número cien con la camiseta del Celta. Todo un acontecimiento en la historia de este club.

El Athletic vivía en una emboscada interminable. Aparecían duendecillos azules por todas partes sin que tuviesen tiempo para encontrar un remedio. No tenían la pelota, ni presencia en el área porque estaban solo preocupados por protegerse de semejante chaparrón. Por fortuna para los de Ziganda el Celta se frenó pasada la media hora,algo que los bilbaínos aprovecharon para recortar distancias gracias a u n zurdazo de Raúl García en una jugada que llegó por la banda izquierda, donde Jonny casi siempre dejó la puerta abierta.

Tal vez ese gol inquietante antes del descanso, la entrada de Aduriz -uno de los terrores habituales-, la mejoría del Athletic con la aparición de Iturraspe en el medio o el propio temor a perder lo que uno cree tener en el bolsillo, mudó la expresión del Celta en el segundo tiempo. Quedó lejos el paraíso de la primera entrega. Como si el paso por el descanso le borrase sus mejores recuerdos y le devolviese a los tiempos de dudas e inseguridades. Sin perder la cara al partido ni la energía, los de Unzué defendieron demasiado atrás, lo que nunca es una buena noticia en Balaídos. A eso también le empujó el Athletic que se apuntó a la vía aérea para tratar de equilibrar el duelo e imponer la diferencia de tamaño que había entre ambas escuadras. A los vigueses les faltó personalidad para cambiar la dinámica y una mente serena que echase el balón y recuperase la partitura con la que se jugó en el primer tiempo. Hubo demasiadas prisas en todos los sectores del campo y resulta evidente que el de Unzué no es el Celta de hace un año que parecía feliz desordenando los partidos porque casi siempre terminaba por volver loco a su adversario. A nadie le duraba la pelota en los pies. Solo al "Tucu", siempre dispuesto a recibir un golpe de más. El internacional chileno fue el único que supo jugar con el reloj aunque fuese a costa de seguir donando su físico a la causa. Sin posibilidad de inquietar a Kepa porque la gasolina de Pione y de Aspas se fue acabando y Maxi siguió jugando un partido diferente al resto porque aún le cuesta trabajo meterse en ese rondo que quiere organizar el Celta con la pelota, los de Unzué se centraron en resistir

El Athletic disfrutó de un par de opciones claras (en una de ellas Rubén sacó en la línea un cabezazo de Laporte) que hubiesen podido dinamitar el partido. Es fácil imaginar el ataque de pánico que habría generado un segundo gol de los de Ziganda. Unzué mejoró el panorama con la entrada en escena de Guidetti por Maxi Gómez. El sueco, que tiene mayor facilidad para la asociación, ayudó a que el Celta encontrase otra vía para salir de la cueva a la que le había empujado el Athletic. Tuvieron los vigueses un par de situaciones para ampliar el marcador, antes de que el partido se muriese en el área de Rubén Blanco. La tarde había merecido la pena por esos veinte minutos en los que en Balaídos solo se escuchaba el canto feliz de los pajarillos.