La niebla amenazaba con borrar un partido que el Celta y el Girona convirtieron en un correcalles sin control y mesura, donde los goles alegraron y soliviantaron a unos aficionados que se han convertido en el peor enemigo de Unzué. El técnico navarro ha reconocido públicamente el enfado de quienes consideran incomprensible que el equipo inicie las jugadas tocando el balón en corto y acabe regalando goles.

Balaídos tuvo más paciencia ayer que ante el Getafe, donde a los cinco minutos ya surgieron las primeras protestas hacia los celestes por arrancar siempre igual, en combinaciones horizontales, sin profundidad, provocando taquicardias. Todos han modificado en parte su comportamiento: el equipo ya no abusa tanto del balón en zonas de riesgo y los aficionados muestran algo más paciencia, a pesar de los dos sustos que el Girona dio nada más arrancar el partido. La paciencia se quebró cuando Stuani dio la vuelta al marcador, tras los goles de Sisto y de Portu. Menos mal que llegó Maxi Gómez para acabar con el enfado de un público que no acaba de acostumbrarse a unos horarios que solo parecen querer agradar a los que consumen fútbol por televisión, sentados en el sofá. Los que pagan los abonos y sufren las incomodidades de un estadio en obras, sin aparcamientos, han encontrado en el goleador uruguayo el bálsamo para sus enfados por no poder disfrutar plenamente del juego de su equipo, como sí ocurría hace unos meses.

Balaídos empieza a discutirlo todo de nuevo, desde las alineaciones que presenta Unzué hasta los errores defensivos que aprovechan los rivales para mejorar sus estadísticas. El Girona llevaba cuatrocientos minutos sin marcar un gol en Primera División. Ayer tardó apenas diez en romper esa racha negativa en un campo que últimamente trata muy bien a los debutantes en la máxima categoría. El año pasado ganó el Leganés en su primera aparición en la élite. Ayer, el Girona marcó en un cuarto de hora casi tantos goles como en las seis jornadas anteriores. Y el celtismo intenta llevarlo con paciencia. Ninguna transición es fácil cuando se deja atrás un pasado tan brillante.

La niebla levantó pero Balaídos siguió postrado en ese clima de melancolía que sufre desde el comienzo de esta temporada, en la que el duelo contra la Real Sociedad comenzó siendo una fiesta y acabó en melodrama tras unos errores defensivos por ese estilo de juego que Unzué va poco a poco modificando y que ayer volvió a dejar malas sensaciones en otro partido en el que el Celta volvió a desperdiciar varias ventajas en el marcador.

Antes del partido, el presidente del Celta, Carlos Mouriño, acompañado por Pedro Posada, Ricardo Barros y Atilano Vecino, depositó una corona de flores en el asiento del socio Francisco Javier González Otero, que falleció la semana pasada a causa de un infarto que sufrió durante el partido contra el Getafe. Su mujer y su madre asistieron al choque. Se guardó además un minuto de silencio. También fueron recibidos medio centenar de integrantes de diversos colectivos de Ponteareas, que conocieron las instalaciones del estadio, como parte del programa "Eurorrexión celeste".