Todos los medios se hicieron eco de su fallecimiento. Residía en Culleredo (A Coruña), en un edificio de 15 viviendas, pero sus vecinos, a pesar de no verla durante los últimos siete años, que su buzón del correo estuviera lleno a rebosar, y que su coche, cubierto de polvo, no lo hubiera movido del garaje en todo ese tiempo, a María del Rosario -¡qué tristeza!- nadie la echó en falta.

Vivimos en comunidad, pero nos relacionamos poco. Estamos tan cerca y, a la vez, tan lejos, aislados en nuestro pequeño mundo, tras los muros de nuestro "castillo", que apenas sabemos nada de las vidas de nuestros vecinos, de sus necesidades y sufrimientos. Vivimos rodeados de gente... Pero morimos en soledad.