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Un jardín vertical

La vegetación sube por las paredes y crea espacios naturales en medio de la ciudad

Vegetación en vertical.

La primavera es tiempo de jardines y cualquier lugar puede resultar ideal para disfrutar de un trocito de vegetación. Una de las tendencias más actuales son los jardines verticales, instalaciones cubiertas de plantas de diversas especies que son cultivadas en una estructura especial.

Los jardines verticales no son algo creado exclusivamente por el hombre, también existen en el mundo natural, ya que las plantas son perfectamente capaces de desarrollarse en barrancos y acantilados.

La construcción de este tipo de jardines pretende emular esta capacidad natural de las plantas, pero para obtener un resultado exitoso es necesario contar con una serie de conocimientos de botánica, ingeniería e hidroponía que requieren años de experiencia y pruebas. Solo así conseguiremos que perduren en el tiempo.

Los beneficios asociados a la instalación de este tipo de jardines en las ciudades son tan amplios como la reducción del efecto de isla de calor en los grandes núcleos urbanos o el descenso hasta en cinco grados de la temperatura interior de un edificio en verano y su mantenimiento en invierno, lo que puede suponer un ahorro de hasta 500 euros por metro cuadrado al año. Este tipo de infraestructuras también contribuyen a controlar el riesgo de inundaciones, ya que retienen buena parte del agua de lluvia. Suelen tener un bajo consumo de agua gracias a la utilización de un circuito cerrado.

Un metro cuadrado de cobertura vegetal produce el oxígeno que necesita una persona durante un año. Un edificio de cuatro plantas con una fachada cubierta por un jardín vertical filtra anualmente cuarenta toneladas de gases nocivos y puede atrapar y procesar quince kilogramos de metales pesados al año.

Los especialistas en ecología y jardinería aseguran que tener vegetación en el lugar de trabajo mejora el rendimiento de las personas y reduce su malestar. La cobertura vegetal sirve también como aislante, reduciendo hasta en diez decibelios la contaminación acústica. A todo ello hay que unir la indudable función estética. Y es que un jardín siempre será un jardín.

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