A veces se critica que en terror se abuse del "jumpscare" ("salto de miedo" producido por una variación repentina en imagen o sonido) para tapar carencias, pero en este recurso demuestra que el miedo entra por el oído. Y todo lo demás, también como saben los grandes narradores de la tradición oral. Aunque menudean las películas parcas en palabras que fían a la imagen el poder para contar una historia, también están las que optan por enfatizar el sonido y encerrar a sus protagonistas en un lugar. Dejan que el resto, lo que está fuera de campo, lo que realmente importa, o parte de lo que importa, lo complete el espectador con su imaginación a partir de lo que escucha, de forma activa. Prefieren apostar por la sugerencia, más sutil y compleja que aquello que salta a la vista.
Ocurre en "Locke" o en "Enterrado" y es también lo que propone Gustav Möller para contar un thriller en "The guilty". En este caso, a través de las conversaciones telefónicas que mantiene un policía relegado a operador del servicio de emergencias, plantea la historia de un secuestro con numerosos interrogantes. El resultado del trabajo del realizador, un "novato", el danés Gustav Möller, y de Jakob Cedergren, que aguanta el tipo 85 minutos sin trampa ni cartón, es de aplaudir.
