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Agua, piedra y bosque

En una simbiosis de arte y naturaleza se funden las cascadas y el monasterio de San Xusto de Toxosoutos, en el concello coruñés de Lousame

Cuenta la historia que dos caballeros que servían al rey Alfonso VII, decidieron cambiar su vida militar por la monacal. Así que transformaron la ermita existente en un cenobio que el obispo Diego Xelmirez consagra a finales del año 1135. Es el arranque del monasterio de San Xusto de Toxosoutos, antaño esplendoroso y situado en un magnífico entorno natural, a orillas del río. Fervenzas y cenobio son dos de los iconos del concello de Lousame, junto a otros atractivos como las minas de San Finx.

La edificación fue experimentando cambios a lo largo de la historia y, aunque quedan vestigios de lo que fue -llegó a tener propiedades fuera de Galicia-, es la iglesia la que ofrece un magnífico ejemplo de barroco rural, con un gran torreón adosado a la izquierda de la fachada formado por tres cuerpos. Desde el ábside se avistan los saltos de agua que forma el río San Xusto, visita obligada en estos parajes de naturaleza y espiritualidad. Aún se puede ver la huerta, viejos molinos harineros, el palomar y la casa rectoral -reconvertida en espacio turístico-, además del área recreativa.

La corriente, afluente del Traba, que desemboca en la ría de Noia, tiene que salvar un gran desnivel entre las rocas, formando rápidos y cascadas de gran belleza. La zona está acondicionada con diversos senderos con pasarelas de madera para observar este hermoso enclave. Detrás del templo parte el camino que conduce a la primera de las fervenzas, una de las más vistosas con más de seis metros de caída.El recorrido continúa entre piedras y árboles vestidos de musgo que añaden magia al paisaje. Las pozas son ideales para un baño refrescante en días de calor.

Además de paisajes, ríos, montaña, etnografía y vistas de altura, el concello de Lousame está unido a la minería por la importancia que antaño tuvo la explotación del wolframio. Las minas de San Finx ofrecen la oportunidad de viajar en el tiempo y conocer cómo era la vida y el trabajo de la población minera desde finales del XIX hasta mediados del siglo XX.

Los antiguos pobladores dejaron en esta geografía castros, mámoas y petroglifos. Es también tierra de sorprendentes cruceiros, como el del Desenclavo de Berrimes o el de Toxosoutos.

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