Suelo decir que tengo la fortuna de tener el mejor trabajo del mundo: escribir sobre tecnología. Pero hay ocasiones en las que uno no puede más que congratularse y agradecer al todopoderoso, al destino o a la madre naturaleza que caigan en tus manos joyas como The Order: 1886.
Lo sé, tal vez mi punto de vista no sea el de un aguérrido reportero de trincheras. Sé que no soy uno de esos imparciales plumillas que anteponen la objetividad y el raciocinio a cualquier otra cosa. Pero qué le vamos a hacer, un servidor siente debilidad por los videojuegos. Y si encima te encuentras con un producto que, no solo colma tus expectativas, sino que además te hace disfrutar hasta alcanzar el clímax más absoluto, llegando a hacer cima en el monte Everest de los placeres digitales, entonces tan solo falta dar las gracias.
Y es que, querido lector, The Order: 1886 no es un juego más. Es una apuesta. Una arriesgada apuesta a todo o nada en busca de la excelencia. Estamos ante un título que sigue la estela de otros puñetazos en el estómago de la industria de los videojuegos, tan necesarios como poco habituales. Al igual que ocurrió en el pasado con títulos como Beyond, The Last of Us, o mirando más atrás Heavy Rain o Alan Wake, nos encontramos de repente ante uno de esos videojuegos que marcan una época, un antes y un después, un punto de inflexión en el devenir de una industria multimillonaria.
Porque seamos honestos, estamos en una época del año crítica. Difícil. Basta con darse un paseo por cualquier tienda de videojuegos, o por unos grandes almacenes y echar un vistazo a las tristes estanterías de la sección de entretenimiento digital. Entre sagas futboleras, enésimas partes del mismo título de tiros de siempre y juegos anodinos a 70 € el ejemplar, hay momentos en los que da pena acercarse a dichas estanterías.
Pero entonces te encuentras con joyas como esta que, desde el primer momento, te atrapa de tal forma que es casi imposible liberarse. Un infernal yugo de inagotable diversión hace que te sumerjas en un mundo maravilloso, repleto de desbordante imaginación que te lleva a luchar contra el mal y te convierte en un héroe. Un héroe único, que sufre y padece, pero que tiene a su lado a luchadores forjados en mil batallas contra ejércitos de licántropos -licanos en el juego-o humanos de la más baja estopa. The Order: 1886 te traslada a un imaginario mundo victoriano con claras reminiscencias de tecnología steampunk que además mantiene la emoción y el misterio durante toda su historia sin descuidar ni un solo detalle. Ni uno.
Como muestra de la enorme calidad de este videojuego, un cinematográfico botón: el doblaje al castellano ha sido dirigido por el aclamado director de cine Álex de la Iglesia.
Un Londres decimonónico, al borde del desastre, es el punto de partida de una de las más brutalmente impactantes poesías épicas que jamás se han visto en un videojuego. Así que, con su permiso, voy a dejar el teclado y a coger de nuevo el mando de mi ?Play?.
