El fin de la vida de Andrea, una niña nacida en Noia que padecía una enfermedad degenerativa, se convertía con solo 12 años en todo un símbolo a favor de la muerte digna en Galicia, al tiempo que conmocionaba a todo el país.

El desenlace se produjo el 9 de octubre en el Hospital Clínico de Santiago, donde permanecía ingresada desde hacía meses y solo cuatro días después de que los médicos le retiraran la alimentación artificial que la mantenía con vida, tal y como había solicitado la familia.

Esta decisión llegaba tras una cruzada judicial y mediática de sus padres, Antonio Lago y Estela Ordóñez y pocos meses después de promulgarse la ley autonómica que regula las garantías de los enfermos terminales.

Andrea nunca caminó, jamás habló y tampoco pudo hacer amistad con niños, pero el debate social que reabrió su causa suscitó reacciones de todos los sectores: profesionales médicos, juristas y representantes eclesiásticos que defendieron sus posiciones a favor o en contra de la autonomía del paciente en sus últimas horas. Al final, abrió camino para futuros casos con menores.

El abogado de la familia Lago-Ordóñez dijo desconocer la razón exacta por la cual el equipo médico había rectificado la postura inicial -mantener la alimentación a la pequeña- pero aludió a la mediación del magistrado del Juzgado de Primera Instancia de Santiago, Roberto Soto, que tomó medidas como solicitar el expediente clínico completo de la menor y pedir que fuese sometida a un reconocimiento forense.

Los padres dieron el último adiós a su "valiente princesita", que descansa en el cementerio parroquial de Santa Cristina de Barro, en la localidad coruñesa de Noia, entre ramos de flores blancas, rojas, amarillas, azuladas, y emotivas leyendas tales como "Desde hoy el cielo brilla más", "Amareite sempre, mamá", "Meu anxeliño" y mensajes de sus dos hermanos menores: Claudia, de siete años, y Antón, de tan solo uno y medio. Ambos estuvieron dedicados durante 12 años al cuidado integral de su hija mayor, algo de lo que se sienten realmente orgullosos y recibieron constantes muestras de afecto y de respaldo.

La madre de la pequeña, Estela Ordóñez aprovechó la jornada de luto para recordar al neurólogo Miguel Blanco, director de la Unidad de Ictus del CHUS, que falleció exactamente el mismo día que la pequeña, de forma inesperada y a una temprana edad, 41 años.

Blanco había sido el primer doctor que diagnosticó a Andrea, cuando ella aún ni siquiera había cumplido doce meses de vida. La casualidad hizo que los dos se fuesen el mismo día.