La vida de Rafael Bugallo Piñeiro O Mulo podría servir de guión a Hollywood para una película de acción, porque además de mantenerse en el negocio más de dos décadas, escapó de la muerte hasta en dos ocasiones. Pese a ello, Bugallo es de los de la vieja escuela: discreto, desconfiado y muy serio en los negocios, características que le han permitido evitar una larga temporada a la sombra, como muchos otros de sus congéneres.

Comenzó, como la mayor parte de los grandes capos, en los años 80, pilotando planeadoras para descargar tabaco de contrabando. El salto al narcotráfico le llegaría en los 90, cuando se presume que colaboró con Sito Miñanco, aunque siempre permaneció autónomo y se limitaba a alijar en tierra el cargamento que otros traían desde Colombia. Fue una de estas descargas la que por poco le cuesta la vida. En octubre de 1992, José Antonio Chantada, "Tucho Ferreiro", un joven vecino suyo, se propuso acabar con su vida por una deuda de 9 millones de pesetas. Ferreiro cavó una fosa en el cementerio de Caldas y se citó con O Mulo, al que encañonó. Bugallo logró zafarse mordiéndole la mano y escapó mientras los disparos pasaban zumbándole por encima de la cabeza. Los dos hombres fueron detenidos, aunque salieron en libertad tras abonar su fianza. La posibilidad de que Ferreiro regresase a por hizo desapareciese del mapa, una decisión que volvería a salvarle la vida poco después, en concreto en la noche del 3 de enero de 1993. Ese día, Tucho Ferreiro cogió una escopeta y se fue a por todos aquellos que le debían dinero. Daniel Carballo caía en el Pub Museo de Vilagarcía, y Juan José Agra, en el bar Paumar de Corvillón. El siguiente en la lista era Bugallo, al que Ferreiro fue a buscar al Pub Noel de Cambados, donde no lo encontró, y tras recorrer el pueblo buscándole, decidió suicidarse de un tiro en su vehículo.

Otro incidente espectacular ocurrió en 2006, cuando las fuerzas de seguridad interceptaron una furgoneta en Tui con 1.200 kilos de cocaína. Cuando iba a ser detenido por ello, Bugallo envistió con su coche a los agentes que le perseguían, consiguiendo huir. No fue atrapado hasta seis meses después en un piso de Vilagarcía.

La última de sus andanzas fue en 2008, cuando las fuerzas de seguridad localizaron una lanzadera a la altura de Cabo Silleiro, que tras una espectacular persecución en la que arrojaron varios fardos por la borda, acabó varando en A Lanzada para ser quemada. Fue detenido tan solo unos días después y aceptó cuatro años de condena.