"Acabo de matar a mi exmujer". Con estas palabras se entregó a primeras horas de la tarde del 11 de octubre de 2011 en la comisaría de Vigo Francisco Rafael Alonso Martínez, que ayer se sentaba en el banquillo de la Sección Quinta de la Audiencia con sede en Vigo para ser juzgado por un tribunal popular. El crimen había tenido lugar casi cinco horas antes, tiempo que el acusado empleó para simular un robo en la vivienda de Coruxo y "reflexionar".

En la primera jornada del juicio la fiscal, el abogado de la familia de la víctima y la defensa trazaron ante el jurado las bases de lo que tratarán de probar los próximos días con ayuda de testigos, peritos y forenses. El tribunal popular deliberará sobre un crimen con un autor claro, pero sobre cuya calificación difieren acusaciones y defensa. El Ministerio Público y el abogado de la familia de la víctima consideran que el acusado que estuvo 16 años casado con Cristina González Secau, de 39 años, la esperó dentro del que había sido domicilio familiar y la mató a puñaladas; el abogado defensor habla de accidente.

La fiscal pide 15 años de prisión por homicidio; la acusación particular considera que se trata de un asesinato con ensañamiento y alevosía, además de un allanamiento de morada y solicita 22 años de prisión y 10 de alejamiento de Vigo para Rafael. Su defensa sostiene que se trata una muerte accidental ya que su cliente quería quitarle el cuchillo a la víctima, pero no matarla.

El Ministerio Público calificó la muerte de Cristina González Secau a manos de su marido de crimen "cruel, violento y cobarde". En su relato de los hechos, apuntó que a primera hora de la mañana del 11 de octubre de 2011 Rafael acudió al que había sido su domicilio familiar, donde residía la víctima con los dos hijos mellizos de 8 años de la pareja, y esperó a que ella volviera de dejar a los niños en el colegio.

Cuando su exmujer llegó, se produjo una discusión entre ambos, en el transcurso de la cual él le clavó hasta cuatro veces un cuchillo de cocina causándola muerte con la última cuchillada, que le cortó la yugular. Después, simuló un robo, se llevó dinero y el teléfono y el ordenador de Cristina y los enterró en un camino forestal de Cans (O Porriño). Poco antes de las 3 de tarde Francisco se entregó en la comisaría. "Confesó que mató a su mujer en un forcejeo, que quiso arrebatarle el cuchillo y se lo clavó sin querer. Pero miente. No está arrepentido ni pudo ocurrir lo que ha dicho, no está preocupado por lo que hizo sino por lo que puede pasarle", a la vez que advirtió de la presencia en el juicio de "testigos sorpresa" por parte de la defensa que nunca han declarado.

El letrado de la familia de la víctima, que imputa un delito de asesinato, fue más allá. Reveló que la víspera del crimen Cristina confesó a su exmarido, con el que mantenía una buena relación tras un divorcio de mutuo acuerdo, que se había enamorado de un antiguo amigo que estaba en Sevilla y que al día siguiente iba a presentárselo a sus padres en una comida familiar. Circunstancia que pudo constituir un móvil .

Explicó que aunque Francisco tenía permiso para meter su coche en la finca y desarrollar en el galpón sus trabajos de carpintería avisando antes, aquel día no lo hizo. Dejó su vehículo lejos de la casa, se puso dos pares de guantes, "pero no la ropa de trabajo", y esperó dentro de la casa a Cristina. Ésta gritó al verlo y la respuesta, en su opinión, es que lo ve con el cuchillo y que quiere matarla. "Alarga su sufrimiento: le da varios cortes sin matarla, la inmoviliza, la tira y levanta del suelo durante media hora", indica el letrado. Esgrime que lo tenía todo preparado: "tras el crimen se lavó las manos con los guantes puestos, se cambió de ropa, metió en bolsas lo robado y la ropa manchada de sangre, incluso el reloj. Va a su casa y vuelve a ducharse. Quema en el monte la ropa y el dinero de la hucha de sus hijos y lo entierra todo. Y ahora resulta que la muerta tiene la culpa"