Con gritos de asesinos fueron recibidas en Muros las ocho personas imputadas en el doble crimen de Aranga. Sólo uno de los sospechosos quiso declarar ante la juez de la localidad donde residían las víctimas y aprovechó la oportunidad para exculpar a la pareja que fue señalada por su novia como colaboradora en el descuartizamiento de los cuerpos. Las dos parejas que hasta el momento se han negado a dar su versión de los hechos prefirieron no romper su silencio, mientras que los otros tres acusados se ratificaron en sus declaraciones anteriores sin aportar ningún dato más.

Alberto S. fue el único que, una vez más, quiso contar lo que supuestamente sabe del caso. Sostuvo ante la juez, como ya había hecho en el Juzgado de Instrucción número 7 de A Coruña, de guardia cuando fue detenido, que no tuvo nada que ver en la muerte de Ramón Luces y Javier Toledo. Sí reconoció su participación en una decena de robos en el municipio de Oleiros, asaltos perpetrados junto a su pareja y el presunto autor material de las muertes, José Ramón Blanco Vila.

La pareja de Alberto S. contó que otra de las parejas imputadas, la formada por A.F.B. y su novia, habían colaborado en el descuartizamiento de los cadáveres, pero el único sospechoso que quiso declarar ayer negó haberle contado esto a la chica. Ella explicó la semana pasada que su pareja le había dicho que Blanco Vila estaba implicado en la muerte de dos personas. Los tres formaban presuntamente el núcleo duro de la banda que asaltó decenas de chalés enen las provincias de A Coruña y Lugo.

La juez de Muros que inició la investigación a raíz de la desaparición de los fallecidos decidió mantener la prisión provisional para los ocho sospechosos que ayer comparecieron en el juzgado. El motivo para dejarlos en el centro penitenciario de Teixeiro fue el mismo en todos los casos: riesgo de fuga y posibilidad de destruir pruebas.

A pesar de que sólo uno declaró, el autobús de la Guardia Civil no abandonó los juzgados, con los ocho imputados a bordo de vuelta a prisión, hasta las tres y media de la tarde. Los dos sospechosos más jóvenes, que ingresaron en prisión el martes después de que la juez los hubiese dejado libres en un primer momento, vivieron juntos pero dejaron el piso porque no podían hacer frente al alquiler. Cuando Ramón Luces y Javier Toledo fueron tiroteados uno de ellos se encontraba, presuntamente, en casa de Blanco Vila. El joven sostiene que sólo escuchó los disparos y que ni siquiera llegó a ver los cadáveres. Días después se lo contó a su compañero.