Algunas desapariciones tienen un final trágico. Eso lo saben muy bien las fuerzas de seguridad que, en el caso de Galicia, investigan en torno a una veintena de casos en los que el asesinato pudo haber sido el fatal desenlace. En todos ellos hay indicios, pero la falta del cadáver impide acabar con el calvario de las familias y, sobre todo, castigar judicialmente a los autores de los posibles homicidios.

En Galicia se registraron a lo largo de los últimos años casos de desapariciones en los que los rostros de las víctimas son muy familiares. Es el caso de la funcionaria coruñesa María José Arcos, el empresario ourensano Guillermo Collarte, el joven vigués Daniel Veloso, el arousano Fernando Caldas o la pareja de Cabral Francisco y María Victoria. También hubo concentraciones y se pegaron cientos de carteles con la cara de la barcelonesa Aurora Mancebo, que veraneaba en Arousa y a la que se le perdió la pista en febrero de 2004. Más atrás quedan las desapariciones del médico coruñés Fernando Cuadrado (1990) o la costurera de Betanzos Clemencia Ponte.