Más allá del adiós

Comprender el proceso del duelo puede ayudar a superar la pérdida de algo significativo en nuestra vida, fundamentalmente el fallecimiento de un ser querido

Una mujer, delante de la lápida de un ser querido.

Una mujer, delante de la lápida de un ser querido. / Efe

M. González

M. González

"Puedes llorar porque se ha ido, / o puedes sonreír porque ha vivido. / Puedes cerrar los ojos y rezar / para que vuelva o puedes abrirlos / y ver todo lo que ha dejado; / tu corazón puede estar vacío / porque no lo puedes ver, / o puede estar lleno del amor / que compartisteis".

El poema “Se ha ido” o “Recuérdame”, de David Harkins, se popularizó cuando Isabel II de Inglaterra lo leyó en la ceremonia de despedida de su madre en 2002. Unos versos que nos recuerdan que cada proceso de duelo es único y diferente.

“El duelo es el camino que recorremos emocionalmente después de enfrentar la pérdida de algo significativo en nuestra vida, como la muerte de un ser querido, la separación de un ser amado, o incluso la pérdida de un trabajo que valorábamos”, afirma la psicóloga Paula Rodríguez. “Durante este proceso, nos vemos envueltos en un torbellino de emociones que van desde la profunda tristeza hasta la ira, confusión y ansiedad”, añade en relación a los diferentes procesos del duelo: “Cada persona lo experimenta de manera única, ya que está influenciado por sus propias experiencias, creencias y relaciones”.

Superar el duelo, sobre todo en los duelos relacionados con la muerte, lleva tiempo y paciencia, y es fundamental permitirse sentir y procesar estas emociones para avanzar hacia la sanación emocional. “No existe una forma correcta o normativa de atravesar el duelo, ya que cada individuo experimenta una gama diversa de emociones y reacciones”, sostiene. “Algunas personas pueden experimentar un profundo pesar, mientras que otras pueden sentir alivio o, incluso, confusión. La duración y manifestación del duelo varían de una persona a otra, lo que subraya la importancia de que brindemos espacio, comprensión y apoyo a quienes lo están experimentando sobre todo porque, aunque seamos testigos de la expresión de un duelo, no significa que conozcamos lo que hay debajo de esa expresión”.

La psicóloga general sanitaria apunta que hay muchos factores que van a condicionar esta vivencia y que pueden complicar mucho el camino para superarlo. En primer lugar, “la intensidad del duelo no está determinada por el parentesco directo con la persona fallecida sino por la profundidad de la relación personal”, expone: “Cuanto más significativa y cercana sea esta relación, más intenso puede resultar el proceso de duelo”.

En segundo lugar, “la manera en que se produce la muerte”, ya sea de forma inesperada o tras un periodo de anticipación, puede influir en la asimilación del duelo. “Es más fácil procesar la pérdida cuando se ha tenido cierto tiempo para prepararse en comparación con una pérdida repentina e inesperada”, afirma.

En tercer lugar, “los conflictos no resueltos o las palabras no dichas con el fallecido pueden complicar el duelo”. “Si estos aspectos no se abordan de manera adecuada y controlada, pueden surgir sentimientos de culpa, ira y resentimiento que encierren en un bucle infernal a la persona, obstaculizando su proceso de adaptación personal”, advierte Paula Rodríguez.

Imagen destacada
Paula Rodríguez - Psicóloga

"Seguimos medicalizando los problemas de índole social"

Por último, la aceptación social del duelo también juega un papel crucial. “Algunos duelos son invalidados por la sociedad, como en el caso de un aborto, donde se minimiza la pérdida con frases insensibles como “ya tendrás otro”, como si un hijo fuera un objeto que se puede reemplazar fácilmente”.

Duelo no permitido

“Otro ejemplo de duelo no permitido es aquel en el que el fallecido ha sido una persona que cometió actos socialmente condenables, como delincuentes o maltratadores, dando lugar a comentarios despectivos del tipo “se lo merecía” o “se lo buscó”, que cierran la expresión emocional de quien llora esta muerte”, dice la psicóloga. “No debemos olvidar tampoco aquellos casos en los que, aunque parezca que el duelo se permite, en realidad son otro ejemplo más de duelo invalidado, por ejemplo, aquel en el que muere uno de los progenitores dejando menores a cargo del vivo a quien se le pide fortaleza por sus hijos”.

La combinación de todos estos factores (relación personal estrecha, asuntos no resueltos, muerte inesperada y un duelo socialmente no permitido) puede tener consecuencias graves. “Muchos de los duelos que tratamos en terapia involucran estos elementos y, lamentablemente, en muchos casos llegan a consulta con miles de fármacos prescritos antes. Porque esta es una realidad: seguimos medicalizando los problemas de índole social”, subraya.

Existen diversas maneras de abordar el duelo, pero todas comienzan “con una fase inicial que consiste en permitir que la persona exprese libremente cualquier tipo de sentimiento, escuchándola sin juzgar ni valorar”, expone. “Posteriormente, se le brinda apoyo para comprender la lógica de sus emociones y no rechazarlas y, por último, se realiza alguna actividad simbólica que represente la expresión de estos pensamientos hacia la persona fallecida”, enumera. “En terapia, la técnica por excelencia para esta labor es la redacción de cartas, ya que al escribir a la persona y dirigirnos a ella, nuestro cerebro emula la situación, permitiéndonos conectar con ella aunque haya fallecido. Obviamente, debemos supervisar esta tarea y dar las pautas adecuadas para alcanzar este objetivo y que no se vuelva en contra de la persona”, concluye.

"Hay que evitar frases que minimicen la pérdida"

Cuando estamos ofreciendo nuestras condolencias a alguien que está pasando por un duelo, “es importante evitar frases que minimicen la pérdida o que puedan resultar hirientes”, advierte Paula Rodríguez. Y pone algunos ejemplos: “Se fuerte”; “no llores”, “no le gustaría verte así”; “tienes que ser fuerte por los tuyos”; “deberías estar tranquilo”: Son frases que “cierran por completo la ventana emocional de la persona, obligándole a tragarse las lágrimas, cediendo a los intereses de otros”, expone.

Las emociones que surgen durante el duelo son naturales y necesarias para el proceso de sanación, animar a alguien a reprimir sus emociones puede ser contraproducente”. –“Sé cómo te sientes”. Cada persona experimenta el duelo de manera única y “es imposible para alguien más saber exactamente cómo se siente la persona en duelo”. –“Todo sucede por una razón” o “está en un lugar mejor”: Esta frase puede sonar insensible en momentos de pérdida, ya que “no ofrece consuelo real y deja la idea de que lo sucedido es merecido o que morirse es mejor que estar con los suyos”. “Existen innumerables frases como estas. Al escucharlas, debemos esforzarnos por comprender que las personas las pronuncian con la intención de animarnos o ayudarnos a superar un momento difícil, o lo hacen con mala intención, pero es evidente que las buenas intenciones no siempre traen consigo resultados positivos”, analiza. “Si no estamos seguros de que nuestras palabras sean adecuadas, es mejor abstenerse de hablar, limitemos nuestra acción a acompañar a la persona, ofreciéndole nuestra presencia y disposición para escucharla si así lo necesita”, recomienda. “No forcemos la conversación ni nos sorprendamos si no desea llorar o si decide continuar sin más, cada proceso de duelo es único”, dice Paula Rodríguez, que parafrasea al psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo Carl Gustav Jung: “Conozca todas las técnicas, domine todas las teorías, pero, al tocar un alma humana, sea simplemente otra alma humana”.

Suscríbete para seguir leyendo