La dura vida tras el foco del fotógrafo vigués Nacho Alonso
Inaugura “Cuento de invierno”, una exposición sobre las ausencias y recuerdos, en el Espacio Sirvent en la ciudad olívica
Asegura que no es superviviente sino que ha tenido suerte
“Ensayo sobre la noche” (Editorial Solar) es uno de los libros de fotografía analógica más llamativos y artístico de los últimos años en Galicia. Editado dos Navidades atrás, rescató la vida en blanco y negro de gentes que captó el vigués Nacho Alonso en su periplo vital por Vigo y el mundo. La obra es una puerta a vidas difíciles a causa de la droga y un hito en el arte gallego.
Ayer, el autor del libro contemplaba su nuevo proyecto en el espacio de arte Sirvent, en Vigo: la exposición “Cuento de invierno”. Son quince fotografías, casi todas en blanco y negro excepto dos en color que van narrando su vida de los últimos 20 años. En estas, no se muestra a personas inyectándose, esperando por clientes para prostituirse o para entrar en el limbo como en otros trabajos anteriores.
No obstante sí sirven para dejar constancia poética de los ambientes y personas conocidos en viajes donde procura borrar la soledad o la oscuridad.
La primera parada en la visita a la muestra es el escaparate de la tienda. En una de las paredes, en color vemos una pareja. Él de espaldas; ella, de frente, con la mirada inequívoca de alguien que comienza a notar la desesperación por algo.
Alrededor de la imagen, el comisario, Ángel Cerviño, y Luis Sirvent (promotor y mecenas de la exposición) han colocado coloridos y contemporáneos muebles del diseñador Gaetano Pesce, fallecido hace una semana. Es el contraste idóneo entre quien agota la vida en busca de un propósito y quien pierde la voluntad en ella.
Fotos desde hace 20 años
“Esta foto la tomé en Amsterdam hace 20 años”, rememora Nacho Alonso ante la imagen. “Primero –prosigue– viví unos meses allí, después iba bastante desde Barcelona. Es gente anónima con la que me cruzaba pero no les puedo poner nombre. Me gusta el gesto de la mano de ella. Está en tensión”. Ante la pregunta de si en medio de esa calle no saben a dónde ir los protagonistas, responde: “Sí, saben. Están esperando por alguien”.
En la mañana de ayer, Nacho Alonso no parecía aguardar por alguien. Con buen color en la cara, sonriente muchas veces y feliz en los ojos confesaba estar “muy contento” con la muestra. “Quedó preciosa”, añadía ante la mirada casi paternal de Luis Sirvent.
El recuerdo de la adicción y la enfermedad
Este equilibrio no siempre ha acompañado al artista. La segunda foto en color lo recuerda con un autorretrato de 2003 en el aeropuerto de Schiphol en Amsterdam. “Antes de embarcar, fui al baño e hice la foto. Casi no me he hecho autorretratos. Es un género que no me interesa aunque me gusta en otros autores. Ahí, estaba empezando a estar enfermo y no lo sabía, de tuberculosis. Casi me muero, de hecho. Aún llegué a estar peor que en la foto. No era consciente. Como me drogaba, pensaba que era por eso...”, rememora.
Le pregunto qué tal se encuentra ahora y sonríe en telegrama exprés para decir que bien sin detalles. A su lado, el mecenas Luis Sirvent reconoce que abrir la muestra no ha sido fácil. Año y medio ha esperado. “Yo –rememora Nacho, quien años atrás expuso en una muestra colectiva en Casa das Artes así como en el extinto Halcón Milenario– estaba en Francia y llamé a Luis para convencerlo de que ahora sí podía con la exposición (...) Para cosas así, necesitas apoyo. Todo lo que he hecho ha sido por iniciativa privada por gente como Luis”, reconoce agradecido el fotógrafo que revela y positiva manualmente sus imágenes en blanco y negro.
De alguna de sus estadías en Francia también hay fotos como la toma frontal de un hombre saludado por tres perros ante unha chimenea en el interior de una antigua casona. “Es de finales de 2022. Estaba visitando a un amigo en una casa okupa. De hecho, él la abrió. Yo estuve allí unas semanas de visita”, recuerda Alonso.
En el recuerdo de las amistades caídas
En las siguientes fotos saltamos a Brasil, Marruecos, Vigo y Canarias. De Fuerteventura, muestra la imagen de su amiga Olalla en 2008, con el pecho al descubierto en medio de la naturaleza. A Nacho se le ensombrece un poco el iris al recordar que la chica –un tanto demacrada en la foto– ya ha fallecido. Comento si se considera un superviviente y con una serenidad nítida dice que no, que simplemente confía en tener buena suerte.
La exposición le ha ayudado. “Yo quería estar centrado, ser querido. Estar con alguien”, señala el fotógrafo que confía en abrir en un año un estudio de revelado manual en Vigo.
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