Quizás porque la noche ha formado parte luminosa de mi existencia y sus pliegues y entresijos están cosidos a la historia de mi cuerpo me han seducido especialmente unas fotos que por azar he hallado en mi camino. ¿Quién conoce al gallego Nacho Alonso salvo sus amigos del mundo y, entre ciegos, del submundo? Estoy viendo estas fotos que esperan ser libro y pronto exposición y siento que la noche y sus neblinas, mefíticas a veces, vuelven por mis poros Uuuum. Respiro en ellas la mamoria de lo oscuro que galopa hacia mí desde el pasado. Veo putas, yonkis, travelos, pisos devastados por la chuta entre deseos que derrapan y sueños de canela fina. Y en su estilo, ambiente de ensoñación, "touch" cinematográfico, expresionismo y realismo.

Blanco y negro que nos lleva hacia el pasado, escenas de alto contraste, poemas a la noche y a la calle, a las pirindangas, al subsuelo de heroína. Imágenes que contrastan con estos tiempos digitales de pulcritud magnificente. Encuadres sugerentes, desenfoques que generan misterio, texturas de celuloide. Este tipo no va de safari con su reflex y su lente de 50mm, va de uno más y por eso le permiten moverse con su cámara entre ellos. Cazador de imágenes valientes. Francotirador del instante, veloz en el disparo y narrador al tiempo. Quienes saben hablarían de Brassai, Bill Brant, Michael Ackerman como referentes de su estilo, quienes sabemos menos pensamos en García Álix porque es ese mundo el que retrata.

Malos estos tiempos con tantos jóvenes con la cámara en mano y un talento en desperdicio que choca contra un nuevo techo de cristal. Antes era femenino, ahora es también de edad. Conozco en fotografía sin salir de mi entorno a Nacho pero también a Déborah Hervás, empeñada en el fotoperiodismo artístico, a Áfrika L con ese instinto brutal con el que convierte en mágicas las fotos que otros hacen planas, a Diego Lago y sus propuestas rebuscadas y exquisitas, a Daniel Garzee y sus retratos elegantes... Podría hablar en España de Sergio Caro, Guillermo Cervera, Samuel Aranda... tipos grandiosos con su cámara que andan por el mundo retratando la miseria y la muerte que han tenido que pasar una larga temporada de juventud en el exilio de sí mismos. Si trasladáramos lo que les ocurre a tantos fotógrafos a otras actividades, a lo mejor veríamos que existe un edadismo, un racismo "low cost" de la edad, en cierta medida equivalente y análogo al sexismo (o racismo de género) por el que se segrega y discrimina a las mujere impidiéndoles ascender profesionalmente. Ellas tienen un techo de cristal, ellos un suelo pegajoso que se llama paro o mileurismo.

Pero hablamos de la noche porque en ese espacio habitan las fotos de Nacho Alonso. La noche como hábitat de disolución que se apura hasta sus estertores, y los "after hours" como escondrijos de las primeras luces del día. La noche como escenario de mágica perdición, como espacio autónomo de contestación o de autodeterminación temporal blindado a la racionalidad del día. La noche, sus barras, sus luces de neón, los cuartos de baño como "refugium pecatorum" ,esc narios de tertulia y reductos esnifantes del deseo inconforme. Las calles tienen otra arquitectura cuando llega la noche, se desperezan los hijos de la oscuridad para poblarlas y la carne humana se ofrece al mejor postor o a precio de saldo en territorios segmentados: aquí mujeres, allá travelos, aquí extranjeras, allá españolas. Cada noche se abre el supermercado de la carne .

Hay una noche de interiores que se estremece en pisos tumefactos donde corre la droga. Afuera, la crisis ha disparado el número de ciudadanos que se ven abocados a dormir a la intemperie, expulsados a las tinieblas del sistema; adentro, hay pisos con reclusos de la diacetilmorfina. Jinetes de caballo desbocados entre bucos, bazukos y canutos. Ese es el Ensayo sobre la Noche que Nacho conoce y narra con sus fotos, quizás pronto en un libro.